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Manuel Saco 2010/9/16 (PÚBLICO.ES)

Hagámonos la prueba del gitano

La prueba del gitano, como la del algodón, no engaña. Si quieres conocer el grado de tolerancia de una sociedad, interroga por ahí a la gente si no le importaría tener de vecinos a una familia gitana. No falla.

El otro día lo preguntaban en televisión, para ilustrar la noticia sobre las medidas del presidente francés Sarkozy, hijo de inmigrante húngaro, contra los inmigrantes rumanos de etnia gitana, y las contestaciones resultaban estremecedoras. Se lo preguntaban a gente de la tercera edad que, como los niños, siempre dicen la verdad. (...)

Malos tiempos para las etnias minoritarias. Aunque de ellas salgan toreros, bailarines o cantaores adorados por la industria y por payos incondicionales. Malos tiempos, porque en los momentos de crisis los discursos del populismo de derechas y de todos los regímenes totalitarios, presentes y pasados, el recurso a la demonización de las etnias funciona como los buenos gusanos, como un cebo con el que pescar votos, o como el pegamento con el que cohesionar a los votantes en torno a ese líder y su bandera que les salvarán de la invasión silenciosa de la inmigración.

Hace ya dos años que Benito Berlusconi, cuya popularidad sigue bajando en picado, promulgó una ley que otorgaba a la policía poderes especiales para «censar, realojar, alejar o expulsar» a los gitanos del territorio italiano. Entonces la UE protestó con la boca pequeña, y a otra cosa, mariposa. Ahora Sarkozy, en horas tan bajas como las del Duce entonces, resucita el fantasma del gitano para amalgamar a la derecha con la ultraderecha y juntar los votos necesarios para subsistir en el sillón presidencial. Y me temo que su necesidad es tanta que no le importará dejar en ridículo a las instituciones europeas, poniendo en peligro la Unión, si es necesario, con su actitud de desobediencia civil. Que no civilizada.

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