«Si hubieran tomado medidas hace años, mi amiga no estaría muerta»
El artículo 14 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales indica que «los trabajadores tienen derecho a una protección eficaz en materia de seguridad y salud en el trabajo». Un artículo que, a todas luces, se incumple en muchos casos.
Amaia ZURUTUZA I
Tenía 39 años y se llamaba Begoña. Trabajaba en la empresa Euskal Kataforesis (EKT) de Iurreta y murió el pasado 3 de setiembre en su puesto de trabajo. En menos de 48 horas, otro trabajador perdía la vida a pocos kilómetros, en la fábrica de Sidenor de Basauri. Tenía 28 años. Y, en total, son ya 51 los trabajadores y trabajadoras que han perdido la vida en accidentes de trabajo en Euskal Herria este año. Salieron de casa para ir a trabajar y no volvieron.
Cada accidente es diferente y tiene unas circunstancias específicas, pero una y otra vez los sindicatos coinciden en que la precariedad mata, y en denunciar que la patronal prioriza sus cuentas económicas frente a la salud de los trabajadores. GARA ha podido conocer de cerca el accidente ocurrido en Iurreta de la mano de Meltxor Unzueta delgado de LAB en la empresa EKT. Este veterano trabajador, de 56 años de edad, no puede esconder su angustia. «Mi amiga se ha muerto», dice una y otra vez. Trabajaba junto a ella cuando murió aplastada por unos contenedores que se cayeron de una carretilla elevadora que pasaba cerca suyo. Las palabras exactas de Unzueta sobre el accidente son bastante reveladoras: «Las carretillas tienen que llevar una caja por razones de seguridad, pero hay mucho trabajo y llevan más. Andan con prisa, para delante y para atrás, para poder llegar a realizar el trabajo».
El relato de Unzueta se detiene constantemente en una cuestión. Y es que el delegado de LAB lleva años denunciando, tanto ante la dirección de la empresa, como ante diferentes organismos institucionales, las carencias en la seguridad en la fábrica. Es más, recuerda que una vez, en una asamblea advirtió de que «algún día iba a pasar algo». Pero, aunque su denuncia sobre las condiciones de trabajo en EKT ha sido constante los últimos años, así como sus peticiones al respecto, ha sido ahora, después de perder a una trabajadora, cuando la dirección ha accedido a suavizar el ritmo de trabajo. Un ritmo que Unzueta asegura que ha sido «salvaje» durante años.
«Hace unos 5 o 6 años denuncié ante la dirección de empresa por escrito una serie de deficiencias y solicité la incorporación de una persona que faltaba en la cadena de producción», explica. Pero no obtuvo respuesta, más allá de un «ya miraremos, ya veremos». A partir de ahí siguió denunciando y reclamando. Cuenta que en 2006, a raíz de un accidente laboral, Osalan visitó la empresa y concluyó que el ritmo de trabajo era excesivo y que los trabajadores necesitaban, bien trabajos más suaves, bien más descansos. Asimismo, el instituto señaló que EKT era la empresa con más siniestralidad de Bizkaia, con un alto índice de accidentes laborales y de enfermedades profesionales.
En 2008 llegaron los despidos de nueve compañeros. «El magistrado los declaró procedentes, pero después de que les presentara un contrainforme los declararon improcedentes», cuenta. «Los ratios económicos de la empresa eran muy buenos, por tanto no procedían los despidos de los compañeros»,de modo que la empresa tuvo que pagarles 45 días por cada año trabajado, en vez de 20, como pretendía en un principio». Posteriormente la dirección presentó un expediente de regulación de empleo (ERE), pero la Inspección de Trabajo de Bizkaia lo rechazó viendo los buenos resultados económicos de la empresa.
No obstante, tras los despidos la plantilla restante siguió realizando las mismas tareas, pero con menos gente, lo que provocó un aumentó de la carga de trabajo y del ritmo del mismo en consecuencia.
Finalmente, en diciembre del año pasado, y «viendo que nadie hacía nada», el delegado de LAB decidió presentar una denuncia ante la Inspección de Trabajo de Bizkaia describiendo las condiciones laborales de EKT. En tan sólo 30 días, que raramente sucede en denuncias de este tipo, el inspector dictaminó que no había incumplimientos y se limitó a enumerar una serie de recomendaciones sobre las que, como se suele hacer, ni concretó fecha para su cumplimiento.
Al respecto, sobre las Inspecciones de Trabajo y las instituciones, Unzueta se muestra tajante: «no creo en ellos, sólo hacen paripés, hacen como que hacen algo, pero no hacen nada. Además, empeoran la situación de los trabajadores».
Los compañeros, destrozados
Sólo nueve meses después de la denuncia ocurrió lo peor que podía ocurrir. Y tan sólo unos días después, la empresa accedía a suavizar el ritmo de trabajo, como había reclamado insistentemente Unzueta. «Ahora están haciendo lo que yo les pedía que hicieran, pero ahora es tarde, mi amiga ha muerto», dice con necesidad de interrumpir sus palabras cada vez que menciona a su compañera. Es más, «si hubieran tomado esas medidas hace seis años no estaría muerta», se lamenta con un fuerte sentimiento de impotencia.
No es el único. Los trabajadores de EKT están destrozados, especialmente los que presenciaron el accidente, y más aún, la persona que conducía la carretilla de la que cayeron los contenedores. A este compañero Unzueta le manda «un abrazo solidario y mucho animo». Asimismo, quiere subrayar, en referencia a su compañera, que «sabía que era muy apreciada, pero no sabía que era tan querida».
Afirma que ni olvidará, y menos perdonará, lo que le ha pasado a su compañera, a la vez que denuncia que «aquí hay cómplices y son la Inspección de Trabajo, la dirección de la empresa y los áreas de producción y coordinación». En definitiva, considera que EKT es igual a «despidos, invalideces, y en último término, el más duro, la muerte».
Por ello, hace un llamamiento a la clase obrera a organizarse para hacer frente a toda esta realidad. Señala que cuando él era más joven la respuesta obrera era más contundente. «Si había un despido nos subíamos a las oficinas de la dirección», recuerda. Asimismo, afirma que antes había más solidaridad obrera, y que los jóvenes de hoy en día «pasan» un poco más de todo y que muchos actúan bajo la consigna del «sálvese quien pueda». No obstante, subraya que «las condiciones de la clase obrera son las mismas antes y ahora, seguimos igual en nuestra condición de trabajadores».
En este sentido, aboga por un movimiento obrero asambleario del que dice sentirse parte y que es la clave para los trabajadores. «Eso es lo que tenemos que hacer, así no podemos seguir», sentencia.