CRíTICA zinemaldia
«El Gran Vázquez», Un lápiz con poca punta
Mikel INSAUSTI I
Lo más positivo de “El Gran Vázquez” es el cariño que Óscar Aibar transmite hacia la figura del dibujante homenajeado, y que se desprende sobre todo del epílogo con el emocionado reencuentro entre el protagonista e Ibáñez, que fueran compañeros en los tiempos de la Editorial Bruguera. Sin embargo, el cineasta no ha sabido hacer una comedia que esté a la altura del ingenio de su antihéroe, puesto que las historietas que dibujaba Manuel Vázquez eran mucho más divertidas que las anécdotas que se relatan en la película, algo repetitivas y limitadas.
El problema de “El Gran Vázquez” es su falta de definición, porque nunca queda claro qué tipo de producto pretende ser: resulta del todo infantil para los adultos y demasiado agridulce para los niños. El tono es siempre tristón y apagado, exento de la viveza colorista que Javier Fesser consiguió imprimir a la adaptación cinematográfica de los tebeos de “Mortadelo y Filemón”. Pero no por eso el contexto social del franquismo es representado de forma realista, y se echa en falta el humor negro que Aibar utilizó en “Platillos volantes”.
En cuanto a la ambientación, lo mejor es la música de Mastretta, a diferencia de un atrezzo nada sutil que da a la puesta en escena un aire acartonado. Sobre unos decorados tan evidentes los personajes nunca llegan a tomar cuerpo y se confunden con los dibujos en que se inspiran, partiendo de la idea de que el propio Vázquez hizo una caricatura guionizada de sí mismo.
En consecuencia, sobran los efectos de animación que hacen que los dibujos cobren vida, aunque lo hagan en blanco y negro. En cuanto a la interpretación de Santiago Segura, quien domina el papel de pícaro mejor que nadie, habría que matizar que peca de torrentismo, máxime en las secuencias que comparte con el veterano Jesús Guzmán en el rol paterno, muy similares a las que en su día hizo con Tony Leblanc. El resto de secundarios están condenados a hacer de muy tontos para que el protagonista parezca más listo y no un simple caradura.
Lo más positivo de “El Gran Vázquez” es el cariño que Óscar Aibar transmite hacia la figura del dibujante homenajeado, y que se desprende sobre todo del epílogo con el emocionado reencuentro entre el protagonista e Ibáñez, que fueran compañeros en los tiempos de la Editorial Bruguera. Sin embargo, el cineasta no ha sabido hacer una comedia que esté a la altura del ingenio de su antihéroe, puesto que las historietas que dibujaba Manuel Vázquez eran mucho más divertidas que las anécdotas que se relatan en la película, algo repetitivas y limitadas.
El problema de “El Gran Vázquez” es su falta de definición, porque nunca queda claro qué tipo de producto pretende ser: resulta del todo infantil para los adultos y demasiado agridulce para los niños. El tono es siempre tristón y apagado, exento de la viveza colorista que Javier Fesser consiguió imprimir a la adaptación cinematográfica de los tebeos de “Mortadelo y Filemón”. Pero no por eso el contexto social del franquismo es representado de forma realista, y se echa en falta el humor negro que Aibar utilizó en “Platillos volantes”.
En cuanto a la ambientación, lo mejor es la música de Mastretta, a diferencia de un atrezzo nada sutil que da a la puesta en escena un aire acartonado. Sobre unos decorados tan evidentes los personajes nunca llegan a tomar cuerpo y se confunden con los dibujos en que se inspiran, partiendo de la idea de que el propio Vázquez hizo una caricatura guionizada de sí mismo.
En consecuencia, sobran los efectos de animación que hacen que los dibujos cobren vida, aunque lo hagan en blanco y negro. En cuanto a la interpretación de Santiago Segura, quien domina el papel de pícaro mejor que nadie, habría que matizar que peca de torrentismo, máxime en las secuencias que comparte con el veterano Jesús Guzmán en el rol paterno, muy similares a las que en su día hizo con Tony Leblanc. El resto de secundarios están condenados a hacer de muy tontos para que el protagonista parezca más listo y no un simple caradura.