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Nueva muerte por inyección letal en EEUU

La ejecución de Teresa Lewis vuelve a situar la pena capital en primer plano

La ejecución ayer en EEUU de Teresa Lewis, una mujer con un coeficiente mental limitado condenada a muerte por el doble homicidio de su esposo e hijastro, ha vuelto a poner de actualidad la polémica sobre la pena capital, días después de que la sentencia a morir contra una mujer iraní, cuya condena será revisada, suscitara mayor repercusión. Se trata de la primera mujer ejecutada en EEUU desde 2005 y la primera ajusticiada en Virginia desde hace casi un siglo.

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GARA | JARRATT

Teresa Lewis se convirtió a las 21.13 hora local (03.13, en Euskal Herria) en la primera mujer ejecutada en Estados Unidos desde 2005, tras recibir una inyección letal en la prisión de Greensville, en Virginia, donde ninguna mujer había sido condenada a muerte desde 1912. La intensa campaña que pedía clemencia por la discapacidad mental de la condenada no fue suficiente para impedirlo.

Lewis, de 41 años y ya abuela, fue sentenciada a morir por el homicidio de su esposo y de su hijastro en el remolque en el que vivían. Sus abogados alegaron hasta el último momento que su coeficiente mental (sólo dos puntos por encima del límite legal del retraso mental) le impedía planear una «estrategia asesina» y le convertía en víctima de la manipulación de uno de los autores materiales del crimen. Pero la Fiscalía defendió en todo el proceso que ella planeó el crimen a sangre fría con el único objetivo de quedarse con el dinero del seguro de vida de su cónyuge, lo que le da una mayor responsabilidad que a los autores materiales de las muertes, condenados a cadena perpetua.

La mujer se había declarado culpable de contratar en 2002 a dos hombres -uno de ellos su amante, que se suicidó tras ser sentenciado a perpetuidad- para que mataran a su marido y a su hijo político y cobrar los 350.000 dólares de su seguro de vida. «Es la prueba perfecta de que el sistema de la pena de muerte no funciona y es incapaz de ser justo», señaló su abogado James Rocap.

Sus defensores señalaron que Lewis estaba «muy decepcionada» tras conocer que el Tribunal Supremo de EEUU había rechazado un recurso de última hora para suspender su ejecución.

Periodistas que acudieron a presenciar la ejecución señalaron que Teresa Lewis parecía «nerviosa» y «asustada» al entrar en la sala donde le esperaba la muerte.

Tras la ejecución de su defendida, Rocap, visiblemente emocionado, reiteró que «el sistema está roto, indecentemente roto y, en mi opinión, no puede ser recuperado». «Hay demasiadas discriminaciones», subrayó.

Su caso había despertado gran interés en todo el mundo, aunque no tanto como el de la iraní Sakineh Mohammadi Ashtianí, condenada a morir en la horca por drogar a su marido para que su amante lo matara, y cuya sentencia Teherán anunció que será revisada.

En su comparecencia en la cumbre de los Objetivos del Milenio, en Nueva York, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, acusó a EEUU de impul- sar una «fuerte campaña de propaganda» para evitar la muerte de Ashtianí, pero de haber fallado en su reacción ante la inminente ejecución de Lewis. Acusó a la prensa occidental de «hipocresía».

Últimas horas con familiares y una cena alta en calorías

Una cena alta en calorías y visitas de familiares ocuparon, en una celda sin ventanas de la parte trasera de la prisión en de Virginia en la fue ejecutada con una inyección letal, las últimas horas de vida de Teresa Lewis. Dos pechugas de pollo frito, guisantes con mantequilla, soda Dr. Pepper y tarta de chocolate alemana o pastel de manzana, fue su última voluntad, según los funcionarios de la prisión.

Lewis explicó a la cadena de televisión local WTVR que se encontraba reconfortada por su fe y por el canto de himnos religiosos. «Tengo la esperanza de que algo cambiará. Pero si he de ir junto a Jesús, sé que será lo mejor», declaró la mujer.

Cerca del centro penitenciario, activistas contra la pena capital protestaron por esta nueva aplicación de la condena a muerte y denunciaron la «injusticia» del sistema estadounidense, coincidiendo con la ejecución de Lewis.

Claire Hogenauer, abogada penalista, afirmó sobre la pena de muerte y, en concreto, sobre la última ejecución que «estamos siendo testigos del asesinato más premeditado que se da en cualquier lugar del planeta». Subrayó que es «injusto» que Lewis fuera la única condenada a muerte cuando no había sido físicamente la responsable del doble homicidio por el que fue sentenciada. GARA

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