Hoy sí, hoy se acaba. Y lo cierto es que resulta complicado mirar hacia atrás y realizar una valoración que no sea subjetiva. Pero para eso estamos aquí, para transmitiros opiniones, sensaciones, impresiones, además de información, claro. El cine entra por los ojos, y cada mirada esconde tras de sí una historia, una «educación», un modo de ver la realidad. Cada una de ellas es distinta, tan diferentes son unas de otras que a veces para algunos una película roza el delirio, y para otro puede resultar extremadamente terrenal.

Algo similar ha sucedido este año en la Sección Oficial a concurso. Ha habido películas de esas que desconciertan, para bien y para mal pero, si no las hubiera de este tipo, no tendríamos ni siquiera la necesidad de reflexionar acerca de ellas, del cine. No existiría el debate entre los cinéfilos, sería todo demasiado aburrido y muy poco estimulante.

Es verdad que, a veces, hay que «darle al cuerpo aquello que no quiere» (es un decir, no se lo tomen al pie de la letra) para sentir que estamos vivos, para comprobar que el cine no se ha convertido en un campo estéril. El cine sigue vivo, aún le queda una larga vida por delante, a pesar de las nuevas tecnologías, la crisis, los políticos y la estrechez de miras que agobia a los creadores.

Y qué decir del festival, algunos han comenzado a contratar plañideras para que le lloren, otros, sabemos que Zinemaldia resistirá los envites, como lo ha hecho hasta ahora, y no le ha ido tan mal.