Liu Hao es un cineasta absolutamente personal, hasta el punto de que es capaz de presentar un romance otoñal que no se parece a ninguno otro que se haya visto antes. Lo que destaca en «Addicted to Love» es el distendido empleo del tiempo, ideal en su parsimonioso y acompasado avance narrativo para describir la vida cotidiana de un jubilado.

El intercalado de una serie de secuencias filmadas a tiempo real basta para transmitir al espectador esa sensación de realidad, cuando las horas transcurren más lentas porque ya no hay mucho que hacer. El anciano protagonista sigue unas rutinas metódicas, como hacer la compra en el mercado todas las mañanas, pero un buen día encuentra una dedicación más apasionante al reconocer en la calle a la que fue su primer amor. No tardará mucho en descubrir que ella sufre de Alzheimer, circunstancia que, en lugar de dar pie a una situación tópica, es aprovechada por Liu Hao para desarrollar una interesante reflexión sobre la memoria en relación a las personas y los hechos que constituyen las vivencias del pasado individual.

Él sigue viviendo en torno a la fábrica en la que dejó sus mejores años para sacar adelante a los suyos, si bien arrastra consigo la sombra de lo que supuso su pequeña contribución a la fabricación de la primera bomba atómica china. No le es fácil descansar, olvidarse de todo aquello; al contrario de lo que le pasa a ella con el mal funcionamiento de una cabeza que ya no retiene las cosas. Las diferencias entre ambos saltan a la vista, porque el viejo obrero que nunca dejara de serlo tiene frente a si a una elegante dama. Lo que les une es la tierna poesía desplegada por Liu Hao, quien escenifica los encuentros furtivos de la otoñal pareja en una guardería, situación que les retrotrae a su infancia. Un contexto lleno de inocencia recuperada en el que él practica con ella una serie de juegos y acertijos para que ejercite la mente, a la vez que le mantiene al día con conversaciones o preguntas relacionadas con su familia.