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ZINEMALDIA

«Hacer nuestra primera película fue una misión imposible y nada ha cambiado»

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John Sayles

Guionista y director

El concienciado cineasta estadounidense visita de nuevo Zinemaldia, uno de sus festivales favoritos, con «Amigo», una visión del papel ejercido por su país en la guerra de Filipinas. Se quedará unos días por aquí, porque la semana próxima dará un curso sobre guiones en Bilbo.

Iratxe FRESNEDA | DONOSTIA

Escribe para otros, sin descanso, a veces en los aeropuertos, pero él llama «estar entretenido» al único modo de poder financiar sus proyectos. Entre ellos, una película basada en un hecho real: una pareja que fue condenada a la pena de muerte, acusada de robar el secreto de la bomba atómica. Pero antes ha de buscar distribuidor y vender su última cinta, «Amigo», una especie de tributo a la población civil filipina que padeció el imperialismo español y el norteamericano. Una historia ambientada en una aldea tomada por las tropas «liberadoras» yanquis que se esfuerza por sobrevivir en tiempo de guerra.

¿Qué le ha movido a rodar una historia enmarcada en la guerra de Filipinas?

Me fascina esta época, alrededor de 1900, porque en EEUU es un punto de inflexión muy importante en la psicología de los americanos. He escrito una novela, «Un momento al sol», que se publicará el año que viene y que precisamente trata de esta época. Habla del fin de la reconstrucción, del momento en el que los americanos negros adquieren el derecho a votar en el sur y también el comienzo de nuestras aventuras imperialistas. Ese momento supuso un gran cambio en la psicología norteamericana. Antes de eso, éramos los enemigos del imperialismo, pero, en dos años, la mitad de la población empezó a creer que no era mala idea tener un imperio y ser un actor importante en el mundo, como los franceses, japoneses, ingleses, rusos y los mismos españoles... Para mí es interesante que estas tendencias estén muy claras, sin disfraces. Creo que es una guerra no muy conocida en EEUU porque la imagen de sí mismo que tiene el país no se corresponde con el héroe que llega en el último momento a salvar a los pobres cubanos. Pero hay una gran traición en la promesa hecha a los filipinos, que consiste en decirles que les van a salvar de los españoles y de la ocupación de su territorio.

Viajar al pasado para «entender» la política internacional que se lleva a cabo hoy en día en EEUU...

Sí, es totalmente necesario para saber quiénes somos.

En su película, «los buenos» y «los malos» cohabitan en ambos bandos.

Por ejemplo, el capitán de barrio (una especie de alcalde) o de aldea es un hombre responsable, que se toma su trabajo en serio. Recauda los impuestos para los españoles, pero si uno de sus vecinos no tiene dinero, lo toma de su propio bolsillo y dice «ya me pagará usted el año que viene». Es un hombre simpático, como el teniente americano es también un hombre simpático que puede sentir empatía por los otros. Pero la tarea del coronel es más difícil: lo suyo sólo consiste en matar al enemigo y no quiere saber nada más. Pero los otros pueden ver ambos lados. Es muy difícil sobrevivir en tiempo de guerra.

Precisamente el «capitán de barrio» es una especie de mártir. Es la representación de la población civil...

No busca ser un mártir, sino servir a su gente, a su patria, pero eso es imposible en esta guerra, donde miles de cabezas de barrio fueron asesinados por uno u otro bando. Como también sucedió, de hecho, en la historia de la guerra de Vietnam, en Afganistán... Manteniendo esa posición es casi imposible sobrevivir.

En cuanto al aspecto formal, llama la atención que una película sobre la guerra esté tratada como si de un cuento se tratase, sin secuencias de violencia explícita; es más, no vemos los asesinatos...

A mí me interesa la psicología de la guerra, pero no las armas. No estoy obsesionado con los rifles y las pistolas. Conozco bien ese mundo porque soy guionista, es necesario para contar historias, pero me interesa el momento en el que un hombre pacífico tiene que matar a otro hombre, el momento de la decisión y las consecuencias en su alma, en su mente. También es una micro-historia, una manera de contar una historia más grande en un lugar específico y a una escala pequeña.

Como espectador se tiene la sensación de que ha rodado en espacios reducidos, a pequeña escala, casi teatralizando algunas de las secuencias. ¿Tiene esto también que ver con la economía de recursos?

Sí, también hay mucho de economía de recursos. Es la historia y la vida de un barrio sin un momento de paz, porque hay una guerra de dos años o más entre los españoles y los filipinos. Creo que la mayor parte de los filipinos esperaba que la guerra no les alcanzase, que se quedase en Manila o en otras partes.

Volviendo de nuevo a los actores, salvo Cris Cooper, el resto del reparto resulta desconocido...

Los conseguimos a través de un asistente de rodaje filipino que creció con Joel Torre y que nos puso en contacto con él. Yo estaba realizando investigaciones para mi novela en Luzón y Joel tenía algunos días libres, porque los actores filipinos trabajan muy duro todo el tiempo en cualquier tipo de producción. Y viajando al norte de Luzón para ver lugares para mi novela, comenzamos a hablar de la producción en Filipinas y pensamos que allí podríamos hacer una película por muchísimo menos dinero que en Estados Unidos. Sólo conozco a uno de ellos, un actor que aparece junto a Mel Gibson en «Viviendo peligrosamente», muy buen actor. Los otros son totalmente desconocidos, pero famosos en Filipinas. Diana Malahai es una actriz increíble que, con tres líneas, crea la historia de una mujer que ha perdido a su hija. Ella lo hace en tagalo, increíble. Por eso me gusta trabajar en otros países, porque descubres a actores maravillosos que no conoces.

¿La cojera que exhibe Cris Cooper en la película fue por exigencias del guión?

Escribo una biografía para cada actor y, según esta, su personaje estuvo en la Guerra Civil norteamericana y tiene una bala en la cadera. Su personaje es real: fue el jefe americano de una de las islas y su método de guerra consistía en que mataba a uno de cada diez hombres de más de catorce años.

¿Qué espera de esta película? ¿Cómo se va a manejar por el mundo?

Nunca se sabe. Para nosotros es como una campaña política. Se trata de ir por los festivales buscando distribuidores en cada territorio. Ahora sólo tenemos distribución en Filipinas, gracias a una pequeña compañía de directores jóvenes que desean crear un nuevo cine filipino. En EEUU no sabemos que pasará. Solamente hay unos pocos distribuidores y muchas películas, tampoco hay tantas salas que proyecten proyectos independientes y sólo tenemos 52 semanas por año. Por eso hay tanta gente tratando de entrar por una puerta muy pequeña.

Aquí nos parece inconcebible que alguien con «renombre» como usted no tenga distribuidor, que le cueste financiar sus proyectos...

Mirémosle el lado bueno: consigo buenos actores, a veces famosos, que trabajan por el mínimo que exige su sindicato. Pero, por otro lado, en diecisiete películas nunca hemos recaudado cien millones de dólares y, por eso, los distribuidores se interesan por nuevos realizadores que nunca han gastado su propio dinero. A veces hay distribuidores que no quieren saber nada de nuestras películas sin tan siquiera haberlas visto. Es muy difícil recibir dinero a través de la taquilla; en Hollywood, solamente el 40% por cierto del dinero procede de las salas cinematográficas. Además, resulta complicadísimo promocionar nuestras películas. Hollywood invierte entre 20 y 40 millones de dólares en las promociones y a veces gasta más en la promoción que en la propia producción. Los espectadores actualmente son muy jóvenes y no están interesados en ciertos temas ni en los subtítulos. Los que acuden al cine hoy por hoy son los jóvenes. Por otro lado, las salas ganan mucho dinero con las palomitas, más que con las entradas. Y los jóvenes comen muchas palomitas.

 
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