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«El consumidor debe saber que no sólo existe el tomate rojo de Eroski»

Son en un 98% agua. Casi como los humanos. Hablamos del tomate, pero en este caso no del rojo, brillante y perfecto de los grandes centros comerciales, sino de las cincuenta variedades distintas que cultiva un aficionado a esta planta en un pequeño pueblo alavés.

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Joseba VIVANCO

Hace tres años, sembró en su pequeño huerto unas semillas que había adquirido en una feria. «Cada planta salió con tomates de un color, desde el rosa al amarillo; pensaba que había descubierto variedades nuevas», reconoce hoy su ignorancia Juan Carlos Ruiz de Alegría López, mientras contempla el terreno donde cultiva las más de cincuenta variedades de tomates que ha reunido desde entonces. «Aquéllas eran semillas de un híbrido no estable y eso fue lo que pasó. No había descubierto nada», recuerda.

Pero aquella gama de colores le intrigó. Comenzó a rebuscar en Internet y descubrió todo un mundo alrededor del tomate. Colores que van desde el negro al blanco pasando por el rojo, amarillo, naranja, rosa y verde; diferentes formas que no tienen que ver con la clásica de las estanterías del supermercado; sabores para todos los gustos... «Ante esto me surgió la pregunta: ¿por qué sólo tenemos en el mercado esas variedades insípidas de color rojo y todas uniformes?».

En su millar de metros cuadrados en su pueblo natal, Uribarri-Jauregi -en el término de Donemiliaga, en la Llanada alavesa- experimenta y cuida todas esas variedades que ha ido recopilando en ferias, pero sobre todo a través de Internet, ya sea comprando o intercambiando con otros interesados en esta planta, la mayoría franceses, donde hay mucha afición e, incluso, un «zumbado como yo» que tiene una colección de unas 10.000 variedades diferentes.

Recientemente, Juan Carlos sometió algunas de esas variedades que cultiva a los paladares de varios miembros del movimiento Slow Food de Araba. «El mejor, según ellos, fue el tomate morado de Aretxabaleta, con una puntuación casi perfecta. Y se trata de una especie antigua y autóctona», resalta. Su próxima cita será este sábado en la feria Bionekaraba, donde además de mostrar al público esas distintas variedades de colores y formas del tomate, este año propondrá una cata popular.

«Mi objetivo con todo lo que hago es que la gente vea que no sólo existe el tomate rojo de Eroski, o el que tiene la `K' y que por ello no tiene que ser el mejor. Yo sigo prefiriendo el tomate de cualquier productor que se pone en un mercado de los jueves...», expresa las intenciones de una afición, porque él no comercializa. «El problema es que la mayoría de esas semillas no están registradas y no se pueden comercializar. ¿Por qué? Ésa es la gran pregunta. Evidentemente, detrás de todo esto están las grandes compañías que controlan el mercado y tienen que engordar sus beneficios haciéndonos creer que el buen tomate es rojo y tiene determinada forma», insiste en su denuncia.

Variedades de Rusia o de los cherokees

Euskal Herria es zona de buenos tomates. Los vascos comemos unos 13 kilos por persona y año, lejos, en cualquier caso, de la media del Estado español. Y quizá el problema radique en que el que se nos vende en las grandes superficies comerciales no sabe ni a tomate. «La industria los prefiere sosos y con poco agua», escribía hace poco el gastrónomo Jesús Llona Larrauri en el boletín de la Academia Vasca de Gastronomía. Porque, como sintetizaba, «el perfume se crea en la mata». El problema es que los tomates hoy son recogidos aún verdes de la planta y maduran en cámaras frigoríficas. «Sin embargo, el tomate donde coge el sabor es madurando en la planta», apuntilla Juan Carlos.

Pero el mercado es el que es. Este aficionado al tomate seguirá, en tanto, a lo suyo. «Este año me voy a centrar más en los negros», avanza. Provinen de Rusia. «Bueno, más que negros son marrones», añade. Porque no sólo cultiva variedades autóctonas, sino que cuenta con semillas algunas de las cuales su origen data del siglo XIX, otras son mejicanas, estadounidenses, de Ecuador, Moldavia, de un pequeño pueblo de Líbano e incluso una muy antigua de la tribu india de los cherokee... «El problema es que estamos perdiendo todas esas gamas de sabores, todo por los estándares de mercado», se lamenta.

 

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