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Iñaki Soto Licenciado en Filosofía

Nepotismo o el color de la sangre

 

En política «los y las» no es sólo la formula políticamente correcta para, aun diciendo la mayor barbaridad contra la igualdad de género, sortear la acusación de machismo. «Los y las», especialmente «los», marca la forma en la que nos referimos a los clanes de políticos pertenecientes a una misma familia. Los Kennedy han ido muriendo uno a uno, pero han seguido su estela los Clinton, los Suárez, los Kirchner, los Pujol... Que conste que no hay ánimo demagógico en esa lista y que los méritos y deméritos de los presentes en la misma son tan dispares que lo único que les une es ser políticos y familiares. Además, pienso que el hecho de ser familia no puede en sí ser un factor de eliminación de la vida política pública. En todo caso, a la sombra del nepotismo se le suma en algunos casos un punto evidente de plutocracia. La política institucional se parece cada vez más a la serie «Beverly Hills», no sólo porque los profesionales provengan en su mayoría de los barrios altos -o terminen allí- sino porque, como en esa serie, una de las actrices protagonistas, Tori Spelling, era hija del productor, Aaron Spelling.

Los últimos en sumarse al club han sido David y Ed Miliband, que se han disputado el liderato del Partido Laborista inglés. David era el candidato natural, el primogénito, pero ha ganado Ed. La prensa conservadora le llama Red Ed, lo cual no es muy original puesto que es el mismo mote que tiene el ex alcalde de Londres y de nuevo candidato, Ken Livingstone, auténtico outsider y, en este caso sí, bastante rojo. Entre tanto gestor que presenta como credencial un árbol genealógico se agradecen políticos que se identifiquen con un color que, simplemente, coincide con el de la sangre.

 
 
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