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Nueva operación policial

Propaganda armada (segunda parte)

Iñaki IRIONDO

Una pregunta: ¿Creen en las casualidades? Un  dato: el domingo 5 de setiembre ETA hizo publico un comunicado centrado en Euskal Herria y en la madrugada del martes de la semana siguiente, día 14, el Gobierno español procedió a la detención de nueve personas acusadas de ser de Ekin, a la que señalan como la encargada de llevar las consignas de la organización armada al interior del país. El domingo 18 de setiembre ETA hizo público un comunicado dirigido a la comunidad internacional, y en la madrugada del martes de la semana siguiente, es decir, ayer mismo, el Gobierno español detiene a siete personas acusadas de llevar las consignas de la organización armada a agentes internacionales. Una declaración: Alfredo Pérez Rubalcaba asegura (palabrita del niño Jesús) que la operación policial no tiene un carácter «coyuntural» y no es «una respuesta» al intento de ETA de internacionalizar el llamado conflicto vasco. Ahora repito la pregunta: ¿Creen ustedes en las casualidades?

Como hace dos semanas, de nuevo el argumento principal del Gobierno para justificar la razzia es el de demostrar que el Estado no está en tregua. Y de nuevo, también como hace dos semanas, en ese ejercicio de propaganda armada los detenidos no son más que piezas sobre las que se ejerce la violencia en un juego macabro. Nadie desde los aparatos oficiales se ha molestado siguiera en individualizar los delitos que se le imputan a cada uno de los detenidos. La justificación es que son dirigentes de Askapena y que Askapena constituye el «brazo internacional de ETA». (¿Pero ése brazo no era Xaki? Y cuando existía Xaki, ¿qué hacía Askapena?) Ya, de paso, se mete por medio a las FARC, que en estos días están en el candelero informativo, pero siempre de forma vaga, sin acusaciones concretas, con el objetivo de que en la opinión pública quede fijada la imagen de que los detenidos son peligrosos terroristas internacionales.

A nadie, en eso que llaman Estado de Derecho, parece preocuparle el hecho de que Askapena sea una asociación legal, dedicada a la solidaridad internacionalista. Ninguno de quienes comulgan con las ruedas de molino que redactan en Castellana número 5 parece tener criterio propio para preguntarse cómo personas que actúan de manera pública, que se entrevistan con dirigentes internacionales tras pasar por aeropuertos y aduanas, que viajan con pasaportes oficiales, que levantan escuelas allí dónde los estados no llegan y llevan cariño y sonrisas hasta donde hay poco más que arena del desierto y dignidad, pueden al mismo tiempo ejercer de militantes de una organización clandestina como ETA.

Y en estos momentos, por encima de otras consideraciones políticas, sobrevuela la preocupación por el trato que estén recibiendo los detenidos. En la memoria resuenan todavía los testimonios de los detenidos hace quince días, relatos de terror que llegaron mientras el conjunto de la izquierda abertzale firmaba el Acuerdo de Gernika. Quien dude sobre la verosimilitud de las denuncias de torturas, que repase la condena al Estado español que acaba de hacer pública el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por no querer investigarlas.

Y quienes lavándose las manos pretenden vender todo lo que está ocurriendo en estos días como la escenificación de un guión prefijado, en el que también la izquierda abertzale y el Estado tienen papeles repartidos, habrán de convenir cuando menos que mientras unos suscriben compromisos en favor del uso exclusivo de las vías pacíficas y democráticas, los otros firman órdenes de registro, detención, incomunicación y encarcelamiento, además de prohibiciones de manifestaciones.

Pero pese a lo que haga Madrid, la bola va hacia adelante, imparable ya. La izquierda abertzale ha reiterado que ninguna provocación le va a sacar de su compromiso firme con la apertura de un nuevo tiempo en Euskal Herria. Pero tampoco sería lógico pensar que todos los golpes violentos que está padeciendo en estos días van a quedar sin más en el olvido. En la página de Askapena se podía ayer leer una cita magnífica del héroe irlandés Bobby Sands: «Nuestra venganza será la sonrisa de nuestros hijos en una Irlanda libre».

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