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Javier Usabiaga expone su caos cromático de pintura abstracta en Donostia

GARA | DONOSTIA

Telas de araña, laberintos y luchas por contener un caos cromático que se convierte en simetría obsesiva caracterizan la nueva exposición que acoge el Centro Koldo Mitxelena, donde el artista Javier Usabiaga (Donostia, 1935) muestra la gran personalidad de su pintura abstracta, informó ayer Efe.

«Biziaren gainean, paperaren gainean. Sobre vivir, sobre papel», que se inaugura hoy en la sala Ganbara y permanecerá hasta el 13 de noviembre, fue presentada ayer por el propio autor, junto al comisario de la exposición, Álvaro Machimbarrena, y el director del centro cultural, Frantxis López Landatxe.

La muestra es una selección de 61 acuarelas, óleos-pastel, ceras y tizas, todas sobre papel, de la ingente producción artística de Usabiaga, dispuestas en la sala de forma que parecen flotar en el ambiente y el tiempo. Aunque cada cuadro tiene su lectura individual, han sido organizados con una simetría deliberada que refuerza la sensación de continuidad entre unos y otros.

«La exposición tiene una idea muy secuencial, lo que se refleja en la distribución y el montaje», explicó Machimbarrena. «Cada trazo empuja al otro y cada cuadro empuja al siguiente». La disposición, agregó, ha pretendido «reflejar el carácter obsesivo y de `expulsión' continua».

Respecto a «la puesta en escena», el propio autor añadió que sus cuadros se exhiben como «suspendidos, ingrávidos, respirando», porque «hubiera sido terrible encerrarlos en cajones de cristal».

Primera vez en solitario

Aunque lleva toda la vida pintando y vinculado al mundo del arte, ésta es su primera exposición individual, algo a lo que Usabiaga no le dio demasiada importancia, como tampoco se la da a sus cuadros, a los que se refiere como «los papeles» y que carecen de un propósito comercial. Tampoco tienen título, «por la idea de lo continuo», indicó, pero sí están fechados al dorso porque para él cada pintura «está impregnada» de lo que le «pasa cada día, como un diario íntimo».

El artista pinta cada cuadro en una única sesión, «un día de muchas horas», en el que se pone ante un papel desnudo e inicia y finaliza su obra como en un arrebato. En su creación, no usa «nunca» pinceles, sino raspadores, diversos objetos y, sobre todo, la mano, que es con la que siente el papel, los productos y lo que quiere comunicar.

«Lo que me interesa es lo emocionante de la visión plástica», dijo y reconoció que la idea del laberinto se repite en sus obras como reflejo de su «gran metáfora» y la de todo ser humano.

A las 60 obras abstractas que forman el grueso de la exposición, se suma un «autorretrato» que el autor definió como «un tránsito hacia la figuración». La muestra se completa con dos monitores que proyectan sucesivamente una serie integrada por 151 dibujos, así como con la edición de un libro-catálogo.

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