Iñaki LEKUONA Periodista
Un mono en el Elíseo
Con una sencilla prueba puede comprobarse si los bebés han llegado al estadio en el que reconocen su yo. Se les coloca frente a un espejo, se les pinta una marca en la frente y si en lugar de señalar al reflejo se tientan a sí mismos, es que han subido ese peldaño cognitivo donde se encuentra el yo.
Hasta ahora se pensaba que sólo algunos primates como los chimpancés eran capaces de llegar a este estadio de reconocimiento. Pero ahora un investigador de Wisconsin ha descubierto que algunos macacos, monos bastante alejados evolutivamente del ser humano, también pueden llegar a reconocer su propio yo.
La investigación tendrá su interés, pero no resuelve una de las cuestiones más misteriosas de la política, a saber, por qué los representantes públicos que se miran al espejo de la responsabilidad pública no son capaces de reconocerse a sí mismos. Casos hay a patadas, pero llama la atención el de Nicolás Sarkozy, hombre de poca talla física, personal y política, pero afectado de gigantismo en lo que a ego se refiere. Pues bien, a pesar de su enorme yo, cuando se le coloca ante el espejo, Sarkozy no se tienta la cara sino que señala al reflejo, a ese hombre que intenta por todos los medios ocultar escándalos como el del affaire Woerth-Bettencourt, un fraude fiscal que implica directamente a su Gobierno y que intenta enterrar impidiendo que un juez de instrucción haga su trabajo. No es el único espejo, ni Sarkozy el único en manifestar este fenómeno de ausencia de reconocimiento, pero está claro que habrá que investigar al respecto, no sea que realmente sea un mono quien gobierne en el Elíseo. O en la Moncloa, o en Ajuria-Enea, o en...