CRíTICA cine
«Buried»
Mikel INSAUSTI
Rodrigo Cortés ha sido saludado internacionalmente como un nuevo genio del cine, pero a veces se confunde la inteligencia con el talento, y a mi me da que el cineasta gallego es aún más listo que su paisano Amancio Ortega, sobre todo haciendo números. Ha sabido llevar el esquema de producción barata pero rentable a la máxima expresión, vendiendo en todo el mundo, con la bendición de Sundance, una película que da a la crítica y el público ese «más difícil todavía» que tanto se persigue hoy en día. Lo importante es impactar, lo que queda asegurado por medio del one man show de Ryan Reynolds, que aguanta el tipo durante hora y media metido en una caja. Su claustrofobia es la del espectador que busque emociones básicas, sintiendo el encierro como propio a falta de la deliberada ausencia de elementos externos que distraigan la atención del por demás reducido escenario único bajo tierra.
El desafío emprendido con “Buried” implica un espectacular alarde técnico, consistente en encontrar todos los posibles ángulos de cámara que permitan ampliar el campo de visión dentro de unas dimensiones tan estrechas y con muy poca iluminación. Lo del desarrollo narrativo ya es otro cantar, y ahí es donde Rodrigo Cortés y su guionista Chris Sparling se permiten mil y un licencias que exigen la imprescindible complicidad del público. Es más, para entrar en el juego de inverosimilitudes que proponen hay que volver a la credulidad de una sesión infantil. Cualquiera de las conversaciones de relleno (la que mantiene el secuestrado con su jefe de personal es el colmo) servirían, por separado, para un anuncio de telefonía móvil diseñado a medida para la firma Blackberry. Tampoco han sabido hallar un final a la altura de la abracadabrante propuesta, evidenciado que en el mundo de la magia Houdini sólo hubo uno. La situación de tensión acumulada durante el encierro pedía a gritos una catarsis liberadora y escapista, pero, después de todo, se trata de un corto alargado de manera muy artificiosa.