En su edad adulta pueden alcanzar un centímetro de tamaño, pero pueden engancharse sin ser vistas ni sentidas durante días en cualquier parte del cuerpo humano que les resulte apetecible para chupar la sangre. Son las garrapatas.

Investigadores del Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario, Neiker-Tecnalia, han llevado a cabo un estudio sobre estos arácnidos, los agentes patógenos que transmiten y sus posibles reservorios, que confirma la necesidad de realizar programas de vigilancia epidemiológica de estos artrópodos. La investigación se ha llevado a cabo en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, y ha revelado, además, un aumento en la abundancia de garrapatas, achacado a la subida media de las temperaturas invernales.

El estudio, que forma parte de la tesis doctoral realizada por el veterinario Jesús Félix Barandika Iza, confirma la necesidad de realizar programas de vigilancia epidemiológica de las garrapatas, y puede contribuir a implantar medidas eficaces que reduzcan el riesgo de infecciones transmitidas por ellas a las personas y animales.

La especie más extendida en suelo vasco es Ixodes ricinus. A diferencia de lo que sucede en otras regiones de Centroeuropa, el estudio revela que esta garrapata no es transmisora del virus de la encefalitis vírica aquí ni en la vecina La Rioja, posiblemente debido a que las condiciones climatológicas de ambas zonas no favorecen su persistencia en el medio.

Además de encefalitis vírica, las garrapatas son capaces de transmitir numerosas bacterias zoonóticas y muchos cazadores o montañeros saben en carnes propias lo que puede ser su picadura. Una picadura de garrapata puede provocar igualmente distintos cuadros clínicos, desde pasar desapercibida a producir una reacción local, una reacción alérgica con manifestaciones sistémicas (que puede desembocar en un shock anafiláctico), o una parálisis de origen tóxico.

El papel de los mamíferos

Los datos de la CAV fueron comparados con los obtenidos una década antes en esta misma zona, y el investigador ha observado un incremento en la abundancia de garrapatas con el paso de los años, hecho asociado a temperaturas ambientales invernales más altas registradas durante este último periodo. Asimismo, se encontraron poblaciones estables de garrapatas de Haemaphysalis concinna, especie que no parecía estar presente en territorio vasco anteriormente.

Para comprobar el papel de los micromamíferos como posibles reservorios de las bacterias transmitidas por garrapatas, los investigadores analizaron también 253 micromamíferos domésticos y silvestres. Los resultados obtenidos mostraron por vez primera que dos especies concretas de musarañas podrían actuar como posibles reservorios de A. phagocytophilum y B. burgdorferi. También se detectó la presencia de DNA de C. burnetii en ratones domésticos y silvestres, lo que pone de manifiesto el papel de los micromamíferos en nuestra zona como reservorios.