Ni a la cuarta fue la vencida. El pabellón Fernando Martín sigue siendo una fortaleza inexpugnable para los guipuzcoanos y los desplazamientos a Madrid están convirtiéndose peligrosamente en una auténtica pesadilla para los aficionados donostiarras, que todavía preservan en la memoria la última derrota que supuso el inicio de una cuesta abajo sin frenos que casi les condena al abismo.

El GBC desperdició una gran ocasión para doblegar a un Fuenlabrada que le tiene tomada la medida -seis derrotas en siete encuentros-, y no precisamente por lo igualado que fue el partido. La poca intensidad con la que comenzaron el choque los donostiarras no es que invitara al optimisno pero un par de tímidos arranques, liderados por un gran Baron, máximo anotador del encuentro y francotirador letal que tanta falta le hacía a Laso, fueron suficientes para buscarle las cosquillas al rival, ya que a pesar del dominio incesante de los locales las diferencias nunca sobrepasaron los 10 puntos de diferencia.

Ayer parecía una jornada idónea para tratar de poner punto final a tal pésima racha y arrancar la liga con la cara lavada, pero el base letón Kristaps Valters y el pívot valenciano Salvador Guardia fueron un rodillo constante para un GBC que no encontraba el equilibrio en defensa. En el primer periodo los de Pablo Laso apenas opusieron resistencia y Salgado trató sin éxito guiar en ataque, aunque los mejores minutos del cuadro vasco llegaron con el de Santutxu sobre el parqué.

Los guipuzcoanos notaron en exceso la baja forma de Panko, recién recuperado de una intervención quirúrgica, aunque la nota positiva la puso el cañonero de Rodhe Island, quien dio muestras de su puntería .