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Gloria LATASA

Granizo

Cuatro estudiantes de Iowa hacían deporte el pasado mes de abril cuando fueron sorprendidos por una fuerte tormenta. Refugiados, primero en una zanja y en una casa vacía después, para cuando encontraron ayuda estaban magullados por los golpes de los enormes granizos que las grandes nubes de desarrollo les habían arrojado.

En los Estados Unidos para hablar de tiempo severo de tipo convectivo, hasta hace poco, era necesario que el granizo que se esperaba fuera de tamaño igual o superior a 1,9 cm. Como este criterio, al parecer, ya no asusta a la población, actualmente se ha elevado la talla a un mínimo de 2,54 cm. para que se emita la alerta especial.

Aunque sin tanta virulencia como en las tierras interiores norteamericanas, el granizo y su hermano mayor, el pedrisco también ha sido aquí motivo de preocupación. Ya lo decía el poeta: «...Se pusieron los valles oscuros... Y la nube en los campos inermes derrumbó aquella carga siniestra...». Porque si en algún lugar es causa de preocupación es allí donde puede arruinar las cosechas.

En Aragón hay un dicho popular que responsabiliza de las granizadas severas al choque de dos vientos, el cierzo y el morisco (viento caliente del sur): «Cierzo y Morisco, amenaza de pedrisco». En la Grecia Clásica, sin embargo, consideraban que el culpable era el dios Cecias, el viento del noreste.

Sea como fuere, para que se forme granizo hace falta cumulonimbos, con sus grandes corrientes internas por las que viajan las gotas heladas, atrapando la humedad y creciendo en capas, hasta que tienen que precipitarse al suelo de puro pesadas. Curiosamente, la poco efectiva lucha contra el granizo consiste en hacer una siembra de partículas en las nubes que atrapen la humedad de forma repartida y eviten que los granos crezcan.

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