Hay que ser realistas. No hay condiciones para sacar a la gente a la calle». Afortunadamente la idea no me pertenece y sin embargo estoy cansada de escucharla cuando, en una conversación, se plantea una discusión sobre la crisis y los recortes sociales y laborales. Siempre me ha parecido que tal afirmación es como poner la rúbrica a una derrota personal y social, a una resignación que casi roza el colaboracionismo con los objetivos del capital. La frase, rotunda, a veces quejica y otras destructora, suele poner el punto final a una polémica donde el pesimismo o la comodidad ideológica hacen estragos. No albergo dudas de que para quien lo afirma vale más resolver el presente individual que construir el futuro colectivo de Euskal Herria.

Las movilizaciones y las huelgas del Estado francés y de Grecia demuestran lo errático de esas sentencias y nos descubren la falta de unidad de acción y la dejadez de los colectivos sociales y sindicales vascos a la hora de plantar cara a los desmanes del capitalismo. Una sociedad y una clase trabajadora activa, consciente de la lucha por sus derechos nacionales y sociales, no surge un día de la nada. Hay que crear, agitar las condiciones con el trabajo ideológico, defendiendo, como pueblo y como clase, las reivindicaciones frente a los atropellos. La crisis y con ella el recorte de derechos a los trabajadores se inició en el año 2008. Estamos en 2010. En dos años la reforma laboral española ha destruido todo lo que tanto ha costado ganar. Al menos, en el Estado francés, en Grecia y en un futuro en Inglaterra, las organizaciones sindicales cumplen con su trabajo. ¿Por qué ellos sí y nosotros no?