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Redadas sin fin para un fin que no es ETA

Por ahora, catorce jóvenes detenidos y decenas de registros es el balance provisional de la última operación policial realizada en Euskal Herria. Una operación previsible, incluso anunciada por conocidos columnistas españoles. El hecho de que fuera previsible, de manual de agit-prop, no le resta gravedad. En todo caso, esta nueva redada, desde una fortaleza más virtual que real, transmite varios mensajes a diferentes destinatarios y algo terrible para quien la decide: persistir en la equivocación y tener la verdad contra uno mismo.

Tras remodelar el Gobierno, con declaraciones de Zapatero calificando los pasos de la izquierda abertzale como «no baldíos» y los estímulos que proyectaban, llegan los golpes. Ante el PP, enseña músculo y saca pecho. Ante la opinión pública española es la prueba del algodón, tras los rumores y la música de fondo, de que nada hay donde no hay nada, de que el fin sólo tiene un medio: la receta «antiterrorista». A la izquierda abertzale le avisa de su interés por un proceso con intercambio de golpes y presión permanente. Un interés basado en el convencimiento de que en esos parámetros el Estado adquiere una rápida superioridad moral y sicológica, bloqueando la acumulación de fuerzas y sometiendo políticamente la apuesta por el cambio.

Pero se equivocan. Y no consiguen definir los términos del debate político. Hoy es «la cantera», ayer «los embajadores» y anteayer «los comisarios», una narrativa de ficción con un epílogo conocido: «el fin de ETA», y con un objetivo supremo: apagar el fuego del proyecto independentista. Se equivocan; el «fin de ETA» lo justifica todo, pero el verdadero objetivo, el independentismo, está muy lejos de su fin. Ha asentado bases sólidas, desde la unilateralidad, sin depender de nadie y, a su vez, multiplicando la bilateralidad con su gente y su país. Así, ha recuperado iniciativa, ha ganado en imagen y valoración, y se está rearmando en razones y rectitud moral. Y tiene gasolina estratégica suficiente: la juventud independentista organizada en torno a los objetivos de siempre y acorde a los nuevos tiempos que estas operaciones pretenden abortar. Humano es equivocarse, temerario persistir en el error.

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