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Raimundo Fitero

Confirmación

Wikileads ha vuelto a colocar el foco sobre los secretos a voces de nuestra reciente historia. La tortura como herramienta estructural del ejercicio del poder, practicada, fomentada, consentida por la inmensa mayoría de los estados, lleven el adjetivo que quieran, y si se autoproclaman democráticos, todavía se practica con mayor énfasis porque se hace, la tortura, justo para mantener los principios democráticos, según se proclama con un cinismo supino. La tortura, que siempre y en todas las circunstancias es política, es una de mayores abyecciones, uno de los actos más deplorables, más demoledores que pueden ejercer los aparatos del estado, porque instaura la violencia secreta, individualizada, pero a la vez expandida sobre aquellos que caen en listados o sospechas también creadas artificialmente, es decir por discriminaciones políticas.

El director del portal Wikileads se ha convertido en un personaje mediático. De tal manera que tuvo un altercado serio en una entrevista en la CNN, y tuvo que dejar a la periodista con el micrófono colgado porque la presión, el tono, la agresividad y la maledicencia del diálogo era evidente. Recuérdese que los aparatos de intoxicación ya actuaron, se le acusó de acoso sexual, y seguirán creando toda suerte de dossieres para descalificarlo y si la cosa sigue en este rango, no es de extrañar que le suceda algo violento, irremediable, que indudablemente parecerá un accidente. Los servicios secretos tiene capacidad para esto y para bastante más, y solamente tenemos una duda razonable, ¿quién, cómo, cuándo, por qué, para qué le han filtrado a este portal esta documentación?

Mientras descubrimos los motivos, confirmemos lo obvio: se tortura, no por casualidad, no por venganza o excepción, sino con profesionalidad, con metodología aprendida, y no se practica para obtener información, sino para sembrar el terror, para amedrentar a la sociedad entera. Consentir o mostrar tibieza con la tortura es convertirse en un cómplice de un crimen de lesa humanidad. Y que nadie lo olvide, se practica, hoy, aquí, allí, en todos los cuartos oscuros de comisarías y cuartelillos. Torturar a un ratero es también un acto político.

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