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Deporte y televisión, una relación de dependencia en la que los dos ganan

La televisión y el deporte han superado el medio siglo de retransmisiones en directo y parece que el negocio funciona. Mientras el medio audiovisual alcanza buenas audiencias, el deporte logra una mayor difusión y en algunos casos también importantes ingresos económicos.
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Miren SÁENZ

Lo que no sale en televisión no existe. Lo saben bien aquellos acostumbrados a frecuentarla, pero también los que practican deportes minoritarios y aparecen más bien poco o casi nada mientras reclaman su porcentaje de atención. La televisión y el deporte comparten intereses, principalmente económicos y de difusión. Su relación es antigua, casi tanto como el medio. Las primeras retransmisiones le tuvieron en cuenta. El derby hípico de Epson en la Gran Bretaña de 1932 o los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 figuran entre las grabaciones pioneras. No obstante, las cuatro medallas de oro conseguidas por Jesse Owens ante el mismísimo Hitler se grabaron en circuito cerrado. La verdadera prueba de fuego, por la complejidad de los Juegos Olímpicos, llegó con el directo en Roma en 1960. En este medio siglo ha ido ganando espacio en la pequeña pantalla. A los partidos de fútbol, tenis y baloncesto y a la habitual ración diaria del bloque deportivo en el informativo general se han unido los canales temáticos y la televisión de pago. Hoy por hoy la TV no sólo condiciona los horarios de los eventos en cuestión sino que incluso es capaz de influir en algunos reglamentos.

El último capítulo lo está escribiendo la pelota, cuya imagen cambió desde que las cámaras asomaron por los frontones. Primero fueron los recintos, con sus paredes blancas repintadas de verde -Zalla incluso se ha atrevido con el azul- y después los pelotaris, que también alteraron su indumentaria. La reciente presentación del Torneo del Cuatro y Medio fue el marco elegido por las empresas para informar a sus cuadros de que tanto Euskal Telebista como Nitro, los dos canales que emiten en la actualidad partidos de pelota a mano, podían solicitar hasta dos descansos con fines publicitarios.

La noticia no sentó bien, en la mayoría de los casos por no haber sido consultados pero también por la influencia en la concentración de los pelotaris y sus consecuencias en el juego. ¿Lo que antes paraba el «Angelus» no lo va a parar la tele?. Conviene recordar otras disciplinas que han visto modificadas sus reglas buscando la agilidad que requieren las emisiones. Las pruebas de velocidad ya llevan un par de cambios reseñables.

En 2003, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) limitó las salidas falsas a una, por lo que el atleta que cometía una segunda infracción, aunque no hubiera protagonizado la primera, quedaba eliminado automáticamente. Ni la oposición de Maurice Greene y Marion Jones, los entonces rey y reina del sprint, consiguió alterar una decisión que quedará unida para siempre a la figura de Jon Drummond. El showman habitual del relevo estadounidense, tras aplicársele la nueva medida, se negó a abandonar la pista. Tumbado sobre la calle cuatro a modo de protesta, interrumpiendo durante casi una hora el Mundial de París, el velocista de Filadelfia, al que apodaban «El príncipe payaso», no estuvo para chistes.

Cundió la alarma, se habló de que las marcas se resentirían, pero tiempo después los mejores, los que más aparecen en la pequeña pantalla, se encargaron de desmentirlo con la irrupción de Usain Relámpago Bolt y sus registros imposibles, Tyson Gay o Asafa Powell. Desde el 1 de enero, la IAAF apostó por la tolerancia cero, así que a los atletas de 100, 200 y 400 metros planos así como a los de 100, 110 y 400 metros vallas, además de a los relevos no se les permite el menor titubeo porque quedarán eliminados desde la primera infracción.

Pese a que algunas de las delegaciones más modestas aportaron alternativas para evitar disgustos antes de empezar, como las de establecer un sistema de penalización por puntos, al estilo del carnet de conducir o un archivo con los reincidentes, sus propuestas fueron rechazadas. Tras este año de transición sin Juegos ni Mundiales, deberán estar atentos al disparo en Daegu'20011 y en Londres'2012. El espectáculo manda.

Horarios a la carta

Durante los últimos Juegos Olímpicos, disputados en Beijing'2008, la natación, que habitualmente disputa las eliminatorias por la mañana y las finales por la tarde, modificó su rutina. Las rondas preliminares se nadaron de tarde y las finales a plena luz del día para que el baño de oro de Michael Phelps lo pudieran seguir sus compatriotas en prime time. La NBC, la cadena que a principios de los 90 estuvo a punto de arruinarse obsesionada por lograr los derechos en exclusiva para Estados Unidos de Barcelona'92, no quiso correr más riesgos y apostó sobre seguro por el fenómeno de Baltimore y la audiencia que podría arrastrar la apuesta de convertirse en el campeón olímpico más laureado de la historia.

El fútbol sí que tiene garantizada la fidelidad de los espectadores en gran parte del mundo. También aquí, aunque hace tiempo que dejó de ser patrimonio dominical para extenderse a lo largo y ancho de la semana. Desde que la taquilla audiovisual llegó a la Liga española, donde juegan los equipos vascos de Primera División, los horarios los marcan las televisiones. La inclusión de un encuentro en lunes con horario tardío para escolares, estudiantes y currelas, desvirtúa los derbis. Tampoco a los jugadores les convenció en un primer momento, pero los intereses económicos mandan.

De aquella caja tonta en blanco y negro a la oferta colorida y digital con sus abundantes innovaciones tecnológicas, las pruebas deportivas han incorporado sus novedades. Con planos aéreos o desde la moto acercan al ciclista al espectador. Entre la indudable emoción del directo y la comodidad del sofá de casa, el ojo que todo lo ve es capaz de captar la mano de Henry que no vio el árbitro de turno y dejó a Irlanda sin el Mundial de Sudáfrica. También resuelve las dudas de si la bola de tenis ha entrado o no con mayor acierto que un juez de silla. En rugby tomaron nota incorporando la figura del juez de vídeo, un cuarto árbitro que desde la grada sigue la competición a través del monitor y vía pinganillo comunica al árbitro principal cómo ha sido en realidad la jugada.

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