Crónica | Sting en el BEC
Sting convence en el bec! de barakaldo
Un miércoles no es el mejor día para animarse con un concierto, pero, aun así, sting consiguió reunir en el BEC! de Barakaldo a cerca de cinco mil seguidores.
Pablo CABEZA
La noche del miércoles pasado tuvo muchos héroes en el BEC!. Uno de ellos fue el público, que para el día que era y los precios –de 50 a 130 euros–, según nuestros cálculos podría llegar a los cinco mil asistentes. El siguiente notable de la noche fue Sting, cantante de 59 años y que aún conserva una excelente voz, buen timbre, recorrido y una afinación perfecta. A ver si sigue así y cuando llegue a la edad de Rod Stewart desafina menos que éste, ahora por los 65, gallero loco del corral desde hace ya un lustro. Además, Sting sonríe de continuo, muestra predisposición, simpatía y les ha dado una vuelta sinfónica a las canciones muy por encima de lo habitual en estos casos.
Para la ocasión, viste pantalones ligeros negros y una camisa gris brillante con un botón cimero desabrochado. Sting reúne clase, elegancia, talento y tirón. Al podio podría subir también el director de la Royal Philharmonic Concert Orchestra, Steven Mercurio, pero, a éste, que alguien lo fusile en el hotel, poco a poco, por ególatra y notas.
En este punto nos vamos a la izquierda del escenario. Allí está la vocalista australiana Jo Lawry, de gran voz y variedad tonal. La chica luce un estilizado vestido negro ceñido a cinco dedos de la rodilla, que le queda muy elegante. Así que, entre cuerda por aquí y cuerda por allá, más el Mercurio (el Mouriño de la música clásica) dando la vara desde el centro, unos miran, de vez en cuando, lo bueno que aún está Gordon Matthew Thomas Sumner y, otros, a la bella Jo.
¿Quedan héroes? Hubo un solo de trompeta, un solo de violín, dos solos de guitarra, un solo de clarinete... ¡Ah, sí! Una concepción de escenario admirable. Las luces, sin importancia –estaban–, pero el tipo del diseño ideó tres rectángulos móviles en todas las direcciones, gestuales, suspendidos y con capacidad para emitir imágenes, cambiar de colores, formar dibujos geométricos internos y dar un aspecto muy estilizado y sobrio a un escenario sobrecargado de músicos, con la orquesta y la banda de Sting.
Dice Sting: «Hay dos tipos de canciones de amor. Una, ‘yo te quiero, tú me quieres’; pero eso no es interesante. La otra, ‘yo te quiero, pero tú quieres a otro’; esa sí es interesante» y con “When we dance” llega una de las mejores canciones de la noche. Explica Sting: «Esta es sobre la época de la guerra fría». Y un tenebroso inicio da luz a “Russians”, el público aplaude a saco. Sting toma la armónica e inicia “I hung my head”, impresionante en el disco y no menos en directo. Llega un dúo de tú a tú, rubia y rubio, “Whenever I say your name”, momento de bajón tanto por la digestión del bocadillo como por ser un instante Operación Triunfo. Y con “Next to you” a toda pastilla y Mercurio envalentonado y jaleando a las gradas, descanso.
Despedida
Despedida
La segunda parte transcurre similar. Bueno, hay un swing, “She’s too good for me”, que la australiana lo sublima bailando. El público se pone en pie y bailotea con pasión y ganas de jaleo con “Every breath you take”, pero Sting no ha previsto así el concierto. El artista se despide, tiempo después, con “I was brought to my senses”, a capella. Han pasado dos horas y media y van saliendo satisfechos del recinto los alopécicos, los barbudos, las señoras, algunas chicas, chicos, y un adolescente.