Raimundo Fitero
Excitaciones
Estoy rodeado en estos momentos por personas argentinas, y ninguna ha expresado nada más que sorpresa y cierto estupor, por la muerte de Néstor Kirchner, el que fuera presidente de Argentina, y marido de Cristina Fernández, la actual presidenta. Incluyo este dato coyuntural y de cercanía biográfica, porque viendo la noticia en las diferentes cadenas televisivas, se nos ofrecen unas imágenes de las calles de Buenos Aires en donde parece que se haya muerto Maradona y no un mandatario con muchos aciertos y otros tantos fracasos que logró que su país sacara un poco la cabeza del pozo en el que lo habían colocado los anteriores gobiernos.
Pasando por alto el error garrafal de Tele 5 en el noticiario presentado por David Cantero que dieron la noticia de alcance y colocaron un subtítulo diciendo que había muerto Kirchner, ex-presiente de Estados Unidos, cosa que vuelve a recordarnos la penuria con la que se hacen los informativos, la falta de rigor y unos cuantos más defectos estructurales que abundan en la desinformación. Pero a lo que iba es que todo son muestras de dolor extremo, de varias docenas o centenares de personas manifestando su pena, con carteles, con lloros, aspavientos y excitaciones sobreactuadas. No voy a dudar sobre la reacción de esas personas, pero sí sobre la utilización de esas imágenes para convertirlas en el editorial visual de este fallecimiento inesperado a causa de un infarto de miocardio.
Si esto pasó en los primeros instantes, los análisis que se han ido sucediendo tras el primer impacto nos dejan una vez más ante una realidad tozuda: los tertulianos de las televisiones españolas están muy mal preparados, no conocen casi nada de lo que sucede fuera de sus fauces, pero opinan con una ligereza que asusta. Parece evidente que se abre en Argentina una gran incertidumbre política, esperando la reacción de la actual presidenta, pero la memoria rápida nos trae la imagen de la viuda como receptora de las rentas de un populismo que le puede llevar a ganar elecciones y convertirse en algo más que una presidenta. Son las excitaciones históricas que pueden conducir a un estadio de convulsión social que arrastre el voto.