Crónica | Muerte de Néstor Kirchner
Argentina se vuelca para llorar su pena junto a la presidenta Cristina Fernández
Decenas de miles de argentinos rotos por el dolor y portando velas y flores desfilaron ayer por la capilla ardiente del ex presidente argentino Néstor Kirchner, en la Casa Rosada -rodeada por una multitud-, para darle su último adiós y transmitir fortaleza a su viuda, la mandataria Cristina Fernández.
Mirari ISASI
Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo saben bien que el dolor compartido es más liviano y llevadero. Lo demostraron en ese emblemático lugar clamando durante años en silencio por la aparición de sus familiares desaparecidos. Desde el miércoles, cuando el ex presidente y secretario general de la Unasur, Néstor Kirchner, falleció repentinamente de un infarto, cientos de miles de argentinos y latinoamericanos tratan de transmitir fortaleza a Cristina Fernández. Por eso, desde que se conociera la noticia, tomaron por miles de forma espontánea la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, y llenaron la explanada de mensajes y flores para llorar con ella y atenuar su pena. La de todos.
El féretro con los restos mortales de Kirchner fueron trasladado de madrugada desde El Calafate a la sede presidencial. A las 10 hora local miles de personas empezaron a desfilar por el Salón de los Patriotas Latinoamericanos, en cuyas paredes cuelgan los retratos de otras destacadas figuras de la región que se fueron antes que él, como Juan Domingo Perón, Salvador Allende, Che Guevara o monseñor Romero, entre otros.
Miles de personas, sus compatriotas, que durante la noche habían permanecido en los alrededores de la Casa Rosada para no dejar sola a su viuda, la presidenta, y no perder la oportunidad de darle su último adiós.
Cerrado aplauso
Cristina Fernández no llegó hasta una hora después de que la capilla ardiente se abriera al público. De luto riguroso, con grandes gafas oscuras que ocultaban su rostro y acompañada de sus hijos, Máximo y Florencia, fue recibida con un cerrado aplauso y gritos de ánimo.
Visiblemente afectada, permaneció en pie junto al féretro de su marido, cerrado y cubierto con una bandera argentina, la banda presidencial y el bastón de mando. Desde esa posición, agradeció los numerosos aplausos y frases de apoyo que los ciudadanos, a pesar de que la consigna oficial era desfilar en silencio, dedicaron tanto a Kirchner como a ella, llevándose su mano derecha al corazón.
Su familia, los miembros de su Gabinete, a excepción de su vicepresidente, Julio Cobos, enfrentado al Gobierno desde 2008, gobernadores y diputados, un grupo de madres y abuelas de la Plaza de Mayo, lideradas por Hebe de Bonafini y Estela Carlotto, dirigentes sociales y sindicales, una nutrida representación de la clase política del país y presidentes como Rafael Correa (Ecuador), Sebastián Piñera (Chile), José Mujica (Uruguay) y Evo Morales (Bolivia), quisieron acompañar a Fernández en este duro trance. Otros mandatarios como Hugo Chávez (Venezuela), Fernando Lugo (Paraguay) o Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) está previsto que lleguen hoy a Buenos Aires para el funeral de Estado que tendrá lugar antes de que Néstor Kirchner vuelva, para siempre, a Río Gallegos, su ciudad natal.
«Fuerza Cristina»
«Fuerza Cristina», «Gracias Néstor», «Tu partida nos duele, pero tu legado quedará para siempre», «Cristina: confiamos en tu fortaleza. Te apoyamos y acompañamos», «Ni un paso atrás», «No llores por mí Argentina. Apoyen y cuiden a Cristina. Fdo: Néstor Kirchner», rezaban algunos de los innumerables carteles que tapaban la rejas de la Casa Rosada y apenas dejaban ver las coronas de flores en la explanada exterior. Sólo los vivas a Kirchner y las consignas peronistas rompieron el silencio solemne entre los congregados en la mítica Plaza de Mayo.
La central obrera CGT, el principal apoyo del Gobierno, había convocado una histórica movilización que tuvo su respuesta. Hombres y mujeres de origen humilde y muchos jóvenes no ocultaban sus lágrimas en la despedida, mientras con sus manos hacían gestos de adiós o mostraban la «v» de la victoria.
Una espera hilera de alrededor de 15 cuadras zigzagueaba por diferentes avenidas y calles porteñas integrada por miles de personas.
La pena por la pérdida quiso convertirse en esperanza y fortaleza en un momento en que muchos argentinos se preguntan cómo será el futuro sin Néstor Kirchner.