Acuerdo «in extremis» para salvar la cita sobre biodiversidad de Nagoya
«In extremis». De esta manera fue como los 193 países participantes en la Convención de la ONU sobre Biodiversidad (COP10) alcanzaron un acuerdo que incluye el compromiso -no vinculante- de proteger el 17% de las áreas terrestres y el 10% de las áreas marinas del planeta para 2020. El aspecto más relevante fue la aprobación de un protocolo que tiene como objetivo garantizar el uso y distribución equitativa de los beneficios derivados de los recursos genéticos.
GARA
Los casi 200 países participantes en la Convención sobre Biodiversidad Biológica (COP10) en Nagoya, Japón, alcanzaron ayer tras una maratoniana sesión, un acuerdo «sin precedentes» para proteger las especies y los ecosistemas en todo el mundo y compartir las ganancias de forma más justa.
La reunión de Nagoya, en el centro de Japón, comenzó el 18 de octubre con el fin de fijar «20 objetivos estratégicos para 2020» para proteger la biodiversidad y frenar el alarmante ritmo de desaparición de las especies, con una particular exten- sión de las áreas protegidas en el mundo, tanto en tierra como en el mar.
Las últimas negociaciones -de carácter muy técnico y que se prolongaron varias horas más de lo previsto, hasta la madrugada, hora local- permitieron efectuar avances significativos en el protocolo sobre el acceso y el reparto de las ventajas (ABS, por sus siglas en inglés), que tiene como objetivo lograr que los beneficios generados por las empresas -farmacias, cosméticas...- de genes provenientes de la «reserva de biodiversidad» de llamados países en vías de desarrollo (animales, plantas, microorganismos...) sean compartidos con estos últimos.
El resultado de las negociaciones sobre el «protocolo ABS» es crucial en la medida en que numerosos países en desarrollo -que reclaman desde hace años- indicaron claramente que las otras decisiones dependían de este punto. Antes del inicio de la cita se había afirmado incluso que el éxito o el fracaso de la cumbre dependía en gran medida de que se alcanzara -o no- este acuerdo.
Necesidad de acuerdo
Brasil, en cuyo territorio se encuentra la mayor parte de la cuenca amazónica y en donde vive el 10% de la totalidad de las especies conocidas en todo el planeta, insistió a lo largo de los debates sobre la necesidad de llegar a un acuerdo sobre el reparto equitativo de los recursos.
La cuestión del «protocolo ABS» es de suma importancia para todo el grupo de los países de Latinoamérica y el Caribe (GRULAC), que en Nagoya lograron que se reconozcan los vínculos entre el conocimiento tradicional de los indígenas y el uso de los recursos genéticos.
La adopción de este protocolo y de un plan estratégico para 2020 volverá a dar, más allá de las disposiciones técnicas instauradas, algo de color al proceso de negociación de Naciones Unidas sobre el medio ambiente después de la inmensa decepción de la cumbre sobre el calentamiento global de Copenhague de diciembre de 2009.
Aunque apoyaron el texto para no entorpecer el acuerdo, países como Cuba o Bolivia enfatizaron que el protocolo sobre recursos genéticos «no recoge de manera plena las opiniones de algunos pueblos».
El «protocolo ABS» busca gestionar el acceso y uso de los recursos genéticos, que según la ONU son el «material hereditario con valor económico, científico o social contenido en las especies», como son los microorganismos y las plantas de territorios indígenas de México o de países amazónicos.
Tanto WWF como Conservación Internacional, ambas ecologistas, celebraron los logros «históricos» alcanzados y la segunda, por boca de su director, afirmó que a pesar de no ser vinculante sirve para preservar las especies.
No obstante, desde Ecologistas en Acción manifestaron una «profunda decepción» por el resultado de cuestiones como la relacionada con los biocombustibles, en la que, el texto final es «más débil que el documento de referencia» remitido por el órgano de asesoramiento científico-técnico de la Convención. GARA