José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad
Capitalidad cultural europea
Este título me pide aclarar varios términos: Capitalidad o cabeza de qué o de quiénes. Cultural, es decir qué clase de cultura se espera promocionar con la capitalidad. Y en último lugar europea o el papel que deben jugar en Europa las capitales culturales.
La capital cultural debería sintonizar, recoger y potenciar la cultura del área en la que se mueve y que quiere liderar. Y este entorno no es sólo Donostia, ni siquiera Gipuzkoa, sino una especie de euroregión cultural. En el comité de promoción de la capitalidad deben estar incluidos, no como oyentes invitados, sino como responsables efectivos, miembros destacados de los diversos niveles de la cultura euskaldun, española y francesa.
Y si argüimos en que Donostia será centro de una región, no se han tenido en cuenta las manifestaciones culturales euskaldunes como las pastorales y mascaradas suletinas, la Feria del Libro y del Disco de Durango, los medios de comunicación como «Berria», «Egunkaria» o «Argia», el bertsolarismo, el folklore, las entidades que promocionan la cultura en lengua vasca como las asociaciones, las universidades, etc.
Hay distintos niveles de cultura. Algunos están obcecados por promocionar únicamente el nivel cultural de los derechos y deberes del ciudadano. La promoción de los derechos humanos, de los derechos del trabajador y de la mujer, de los derechos de libertad, de democracia, etcétera, son derechos fundamentales de la persona humana como tal, equiparables y extensivos a todos (por supuesto también a los inmigrantes) dentro de la globalización a la que estamos abocados. Esta promoción de los derechos humanos corresponde principalmente a instituciones como la ONU, los parlamentos como el europeo, el español o el vasco y a los gobiernos. Por lo tanto, para la promoción de este nivel cultural no es necesaria la capitalidad cultural europea, ya que todos estamos obligados a su promoción y cumplimiento.
Hay otro nivel cultural fruto de la organización geohistórica de los humanos, de los europeos y, en concreto, de los vascos. Se trataría en este supuesto de presentarse al concurso europeo y conseguir la capitalidad para una cultura de un grupo humano concreto, enraizado en una geografía y ambientado en una historia. Es decir, pedir la capitalidad para mostrar la cultura del grupo humano vasco en sus coordenadas geohistóricas.
En primer lugar para pedir la capitalidad es necesario presentar el grupo humano que la solicita. En otras palabras, cómo se organiza la familia, el barrio, la aldea, la ciudad, la región con sus costumbres, fiestas, folklore, celebraciones religiosas y laicas, etcétera. Pero tenemos que caer en la cuenta de que el principal aglutinador de un grupo humano es la lengua o lenguas en las que se expresa.
La lengua es algo más que una peculiaridad cultural. Don Miguel de Unamuno, paradigma del espíritu contradictorio, que dijo del euskara que «lo único que queda es embalsamarlo en ciencia, recoger con filial piedad sus restos y levantarle un monumento funerario», dijo también: «la lengua es el receptáculo de la experiencia de un pueblo y el sedimento de su pensar». Y añadía: «lo que hace la continuidad de un pueblo no es tanto la tradición histórica de su literatura cuanto la tradición intrahistórica de su lengua».
Y resulta que el grupo humano que pide esta capitalidad está conformado en más de tres cuartas partes de personas que hablan euskara, es decir, que son bilingües euskaldunes. Sólo en Donostia se calcula que aproximadamente 90.000 personas saben euskara, siendo Donostia la mayor ciudad del mundo de vascoparlantes. Pedir la capitalidad para Donostia significaría que habría que programar ferias, congresos, festivales y jornadas en los que se tuviera en cuenta proporcionalmente la cultura euskaldun y las otras generadas por las otras lenguas. Hasta ahora, los proyectos culturales y los medios de comunicación no se han detenido en este fundamento que es necesario e insustituible. Las ayudas institucionales municipales, la industria cultural del Ayuntamiento, los medios de comunicación que controla la ciudad, como su televisión, no dedican tiempo ni sienten interés fundamental por la cultura en euskara.
En segundo lugar, y sobre la base de la lengua, habría que pedir la capitalidad para mostrar la geografía en la que se desarrolla ese grupo humano. Porque éste es distinto si se desarrolla en la estepa, el desierto, la llanura, la montaña o la orilla del mar. Todos sabemos que el paisaje configura la idiosincrasia del grupo humano. Y los donostiarras serían otros muy distintos si su paisaje fuera la llanura mesetaria o el desierto del Sahara.
En tercer lugar y, confirmando la base de la lengua y el paisaje ya requeridos, tendríamos que presentar la historia de ese grupo humano. Habría que comenzar esta historia desde la prehistoria, por ejemplo desde Ekain. La historia moldeó este grupo humano como una tribu, como un pueblo, como una provincia con sus instituciones y derecho público y privado pervivientes. Y esta historia se desarrollará desde antiguo y, por su puesto, durante los últimos setenta años, incluyendo la guerra civil, las huelgas y manifestaciones laborales, las luchas sociales y, sin duda alguna, la existencia y acciones de ETA y de las víctimas que conviven actualmente en la misma sociedad, desde las derivadas de la guerra civil, del franquismo y de las acciones armadas.
En cuarto lugar, y en razón de la trayectoria vital de ese grupo humano en geografía y en su historia, se vislumbra su geohistoria de futuro. Es decir qué piensa ser ese grupo humano en el futuro y en la relación con los otros grupos humanos con los que convive y se relaciona y, en concreto, con respecto a los pueblos de Europa.
La futura ciudad cultural europea en Donostia conservará sin duda alguna sus atractivos culturales como el festival de cine, la Quincena Musical, el festival de Jazz, el festival de cine de terror, las óperas y conciertos del Kursaal, la promoción de la gastronomía de los grandes chefs, el apoyo a esos 14 cocineros que forman Sukatalde, etc. Sin embargo, todos estos elementos son dinamizadores de una cultura generalista, que bien podía estar asentada en cualquier ciudad española o americana y por lo tanto necesitan enraizarse en el paisaje y pueblo que los promociona.
La futura ciudad cultural europea en Donostia debería pasar página de aquellas actividades que ahuyentan el concurso del turismo internacional como la exacerbada promoción de la lucha antiterrorista, la insistencia reiterada de falta de libertad por la prohibición de manifestaciones populares y por la persecución a unas formas de pensar fundada en la Ley de Partidos políticos.
La futura ciudad cultural europea en San Sebastián tendrá que dotarse de infraestructuras que faciliten la llegada y la estancia de esos visitantes europeos. Tendrá que dotarse de una estación de autobuses prometida durante los últimos diecinueve años y que ha visto cómo han florecido instalaciones magníficas semejantes en casi todas las vecinas ciudades españolas, tendrá que promocionar la raquítica estación de trenes actualmente sin servicios de taxis, tendrá que activar las comunicaciones aéreas montando líneas actualizadas y económicas de comunicación con los aeropuertos cercanos de Loiu, Biarritz, Gasteiz, Noain, ya que el aeropuerto de la ciudad en Hondarribia es de miniatura.
Y finalmente, tendría esa capitalidad cultural que ofrecer la euroregión vasca engarces sólidos con el destino futuro e inmediato que es Europa para lo que necesitará promotores de la cultura europea, es decir, conocedores de las relaciones que sostienen y promocionarán tanto Donostia y los vascos en general con otras naciones, regiones y estados de Europa, con los que se pretende conectar y atraer en la plasmación de esa interrelación y futura unidad europea.