Veredicto de las urnas a un inicio de mandato endiablado para Obama
Es como la comida rápida. El sistema político estadounidense regurgita a sus líderes a una velocidad de vértigo, marcada por una campaña electoral permanente. Obama, que llegó prácticamente ayer a la Casa Blanca, se prepara para sufrir una derrota -está por ver su alcance- en las elecciones de hoy. Un sistema hecho a medida para fomentar la «moderación». Pero que muestra síntomas de agotamiento. Obama, ayer, y el Tea Party, hoy, son prueba de ello.
Dabid LAZKANOITURBURU
Las elecciones de medio mandato en EEUU son un mecanismo corrector que funciona con precisión casi milimétrica. Salvo históricas excepciones, como la de Franklin Roosevelt, en 1934 -en pleno éxito del New Deal-, y la de George W. Bush, en 2002 -al calor de la resaca de los atentados del 11-s-, todos los presidentes en activo han sufrido un castigo en estos comicios en los que se renueva la totalidad de la Cámara de los Representantes y un tercio del Senado.
Salvo milagro, todo apunta a que el presidente Obama y los demócratas sufrirán en la cita electoral de hoy un severo correctivo. Las encuestas dan por hecho que los republicanos conquistarán la mayoría en la Cámara de los Representantes (los últimos sondeos les auguran 60 nuevos escaños, cuando les bastarían 39), lo que supondría el vuelco en escaños más contundente registrado en el Congreso estadounidense desde 1942.
Las mismas encuestas anticipan que los demócratas podrían incluso perder su actual mayoría en el Senado. Según un sondeo del instituto Gallup, los republicanos cosecharían el 55% de intención de voto frente al 40% de los demócratas entre los electores más susceptibles de acercarse a las urnas, algo que resulta muy poco habitual entre la normalmente abstencionista población estadounidense. Con todo, esta diferencia es la mayor en favor de los republicanos desde 1974, cuando el Viejo y Gran Partido (GOP por sus siglas en inglés) sucumbió al escándalo del Watergate. Esta encuesta presenta un margen de error no superior a tres puntos.
La atención política se está centrando estos días en la inmediatez electoral y sus recovecos. Los analistas justifican el vuelco electoral en el giro del voto independiente hacia los republicanos, en la explosión del movimiento ultraconservador Tea Party (que acaricia la posibilidad de instalar a una veintena de legisladores y a nueve senadores en el Congreso), en la aparición -mejor decir regreso con fuerzas renovadas- de los lobbies y su dinero. En fin, en la «desastrosa» campaña realizada por los demócratas.
Parte de la realidad
Seguro que todos estos elementos configuran una parte de la realidad. Pero la cuestión va más allá y apela al núcleo mismo del sistema político estadounidense
Las elecciones de medio mandato están concebidas en la arquitectura política de EEUU como un medio para «moderar» la gestión presidencial, restándole parte de los apoyos y obligándole a renunciar a sus promesas y proyectos iniciales.
El problema es que esa situación se ha dado ya previamente y hemos asistido a ella prácticamente desde que el senador Obama llegó a la Casa Blanca, en enero de 2009.
Los dos años de legislatura del primer presidente negro en la historia de EEUU han resultado un calvario. Tanto por la situación heredada, con una crisis económica que estalló justo cuando su antecesor, George W. Bush, hacía las maletas, como por una oposición republicana que ha negado el pan y la sal a la Administración Obama.
La importante pero mermada reforma sanitaria es la mejor prueba de ello. Como lo son las aún pendientes legislaciones para reconocer derechos a la población inmigrante y sobre el cambio climático.
Por contra, uno de los únicos «éxitos» que se atribuye a Obama es el de haber procedido al rescate del sector bancario. Su promesa de que pondrá coto a las tropelías de Wall Street no ha calmado a muchos electores, que ven cómo se salva la cabeza a los causantes de una crisis que golpea duramente a las clases medias estadounidenses.
Con ese bagaje, movilizar al desencantado electorado que creyó en el fenómeno Obama resultaría un milagro.
Los demócratas estadounidenses esperan a conocer el alcance de la derrota para sacar conclusiones. Y ya se multiplican los llamamientos a la moderación. Obama tiene muchos enemigos dentro de casa.
El problema es que Obama no es el Clinton que perdió en 1994 y renació en 1996. Y debería saber que dar otra vuelta de tuerca en su indefinición le condenaría a la muerte política.
Obama, quien llegó a la Casa Blanca con un discurso contrario a la politiquería de Washington -tan odiada por el estadounidense de a pie-, ha acabado personificándola para muchos, aunque haya sido a su pesar.
Superar esa situación, incluso contra una eventual mayoría republicana en el Congreso, es su reto. Le queda un año.
Los estadounidenses votarán hoy iniciativas locales impulsadas por parlamentarios o grupos civiles que buscan el apoyo social para introducir reformas en las leyes de los estados.
Este año California centra gran parte del interés mediático no sólo por el fin de la carrera del actor Arnold Schwarzenegger como gobernador, sino también porque los ciudadanos tendrán que decidir si equiparan el cannabis a sustancias como el alcohol y el tabaco. La regularización de esta droga, que actualmente es legal en ese estado bajo prescripción médica, autorizaría su cultivo, posesión, consumo y compra a los mayores de 21 años y supondría una importante fuente de ingresos, vía impuestos, para las maltrechas arcas públicas.
Conocida como Proposición 19, esa medida entraría en contradicción con las leyes federales que seguirían considerando el cannabis como una sustancia prohibida.
Estados como Arizona y Dakota del Sur llevarán la marihuana a las urnas con propuestas que buscan permitir su uso con fines médicos, algo que ya ocurre en 14 de los 50 estados, a los que también podrían sumarse este mes Illinois, Massachusetts, Nueva York, Carolina del Norte, Ohio y Pensilvania a través de trámites parlamentarios.
En Oklahoma se intentará aprobar una enmienda de su Carta Magna para reconocer el inglés como idioma oficial del territorio y el único, junto a las lenguas de los nativos americanos, susceptible de ser usado por la administración estatal. En Colorado los electores tendrán que posicionarse sobre una moción presentada por grupos antiabortistas. GARA