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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Los problemas del facherío

Resulta paradójico que quien tiene un problema se dedique a proclamar los ajenos. Como lo de la paja y la viga en el ojo.

Vicente Torres, habitual de «Periodista Digital», iniciaba ayer su artículo con una proclama: «Son grandes los problemas que tienen en estos momentos ETA y Batasuna», y a continuación daba consejos: «Lo prudente era continuar en la misma línea, o quizá apretar un poco más las tuercas».

Pero, sin embargo, no debe verlo todo tan claro porque empieza a reconocer los problemas propios: «De repente, se empieza a hablar de ETA de nuevo, de beneficios carcelarios si se dan ciertos supuestos, etc.; paralelamente, se le concede protagonismo de nuevo a Otegi, con lo bien que iba mantenerlo en el reino del olvido; se vuelve a hablar de marcas blancas para Batasuna. Sería imperdonable, por cierto, que estos fulanos volvieran a los ayuntamientos (...) es muy peligroso que puedan volver a presentarse». O sea que el que tiene problemas es el propio Torres.

El tío está más que mosqueado porque «el pacto entre el gobierno y el PNV parece tener mucho que ver en este asunto. Todos esos movimientos parecen ir en busca del voto miserable, que es el de aquellos que simpatizan con ETA y que, consecuentemente, dan su voto a Batasuna. Esos miles de votos pueden tener una influencia decisiva, motivo por el cual algunos políticos se lanzan en su búsqueda y lo peor es que están tan acostumbrados que ni siquiera necesitan taparse la nariz». No se para a pensar ni un segundo por qué miles de personas toman una decisión así. Eso, a los de la fachenda, no les importa un higo.

Y para el final deja una perla de las dignas de estar en la Antología del Disparate: «Mientras la policía no haya desmantelado por completo a ETA, mientras la banda siga pretendiendo cobrar el impuesto revolucionario, mientras haya un ambiente mínimamente favorable a ETA o comprensivo con la banda, no debería permitirse que se presentara a las elecciones ningún partido mínimamente emparentado con ella. Se desmarque o no de la violencia». Cada vez resulta más difícil entenderles. O, casi mejor, es tan sencillo como comprender que lo que no quieren es que el pueblo hable y decida. Será eso.

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