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Crónica | Desde el feudo republicano de Oklahoma

A pesar de la derrota electoral, no todo está perdido para Obama

El triunfo republicano quitó a los demócratas el control de la Cámara Baja y demostró el crecimiento de la derecha como catalizador de la bronca contra el desempleo y el gasto público. Pero la radicalización opositora puede terminar asustando a los moderados y darle una ayuda inesperada al presidente Obama.

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Daniel Galvalizi

Desde el corazón del conservadurismo norteamericano, el triunfo de los republicanos trona con más fuerza, como los huracanes que suelen afectar esta región. En el estado de Oklahoma, la amplísima mayoría de los cargos puestos a elección fueron a parar a manos republicanas. El pavor al Estado regulador y más inversor de los demócratas cala hondo entre los habitantes de esta parte de las denominadas Grandes Planicies.

Sin embargo, el resonante triunfo opositor que festejaban en la noche del martes los wasp que colmaron el salón principal del hotel Marriot de esta capital estatal -era notable la imposibilidad de ver más de dos o tres simpatizantes conservadores pertenecientes a alguna minoría étnica ante una abrumadora mayoría de blancos protestantes- tal vez sea un boomerang que pueda cortar las alas de ese pájaro maldito que se dio en llamar Tea Party.

Mucho ruido

Para muchos, ese movimiento de ultraderecha surgido en reacción a las reformas del presidente Barack Obama puede ganar en el campo mediático la batalla por quién hace más ruido, pero en las urnas funciona como un factor centrífugo a la hora de convocar al votante de centro o moderado. En estos comicios, la derecha supo capitalizar de forma brutal la desilusión ante Obama y, sobre todo, el hecho de que la recuperación económica (más del 2% de crecimiento en el último trimestre) aún no repercuta en el 9,5% de desempleo, cifra dramática para el país, y que en algunos estados como Ohio sube hasta el 15%.

«El Tea Party es un movimiento financiado por algunos grupos económicos que quieren usarlo para que lleguen al poder y así poder conseguir disminuir las regulaciones del Gobierno federal. Además, gran parte de sus integrantes son racistas», explica en diálogo con GARA el periodista Charles Self, director del Institute for Research and Training de Oklahoma.

Según Self, este contundente triunfo republicano puede ser similar a lo ocurrido en 1994 durante la primera elección de medio mandato que sufrió el entonces presidente Bill Clinton: «En esa oportunidad, los republicanos tomaron después de muchas décadas el control de ambas cámaras del Congreso, pero luego Clinton fue reelegido. Si comienzan a generarse más empleos, Obama perfectamente puede ganar en 2012. Además, el Tea Party corrió tan a la derecha de los republicanos que para los moderados algunos candidatos resultan estridentes».

Para el académico, el movimiento extremista que dominó la campaña es populista, denosta lo intelectual y conceptualiza a Obama como parte de la élite intelectual del país. «Son demagógicos y manejan un bajo nivel de argumentación. Incluso no quieren a [el ex presidente George W.] Bush, porque lo consideran un traidor a los valores conservadores porque expandió el gasto estatal».

«El odio al Estado, sobre todo al federal, en este país es muy fuerte desde la derecha, porque creen que su presencia no los ayudará a mejorar su situación, sino lo contrario. Por otro lado, la rama más a la izquierda de los demócratas tampoco quiere al Estado porque sienten que ha fracasado en su rol en la sociedad; entonces son dos frentes de batalla», relata.

Al dialogar con estadounidenses, uno parece estar escuchando realidades de países distintos. Por ejemplo, Gabriel, un colombiano de 65 años que emigró hace 35, festeja con entusiasmo el arrase republicano en Oklahoma, y desde el búnker de los candidatos asegura apoyarlos porque «guardan los valores que hicieron grande a este país». Al consultarle sobre la situación, echa la culpa a Washington (deporte nacional aquí por estos días) y acusa a Obama de haberse alejado de los valores fundamentales de la sociedad estadounidense. «Él no cumplió las promesas porque fueron demasiadas, es demasiado progresista para este país», se queja.

Por otro lado, Damon, un afroamericano que trabaja hace doce años en un cargo burocrático del Departamento de Estado, dijo a GARA durante un encuentro en Washington que «la clave en la oposición a Obama es que creció mucho el gasto del Gobierno federal y mucha gente no entiende por qué y se asusta por el exceso del déficit. Hay un prejuicio muy grande contra la autoridad central y no quieren que crezca».

Para él, es un misterio cómo un Gobierno que impulsó una reforma sanitaria, financiera y educativa está siendo castigado de esta forma por la opinión pública. «No se ha comunicado bien, el mensaje no ha llegado, los demócratas se movieron de forma menos organizada que los republicanos, que consiguieron las metas de sus estrategias y enviaron un mensaje menos difuso», consigna.

Justamente, ése fue el talón de Aquiles de Obama, según manifiesta enfáticamente Keith Gaddie, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Oklahoma y comentarista político frecuente en los medios locales.

«Los republicanos tuvieron éxito en la estrategia de nacionalizar la elección, y en esto le echo la culpa a Obama, que ha tenido la peor estrategia de comunicación en la historia de la Casa Blanca. No ha sabido comunicar los logros, no tuvo sentido de teatralidad, tiene que interpelar a la audiencia. Es un hombre que hasta interrumpe para que cesen los aplausos en sus discursos», sostiene.

Con la derrota del presidente, Gaddie vislumbra que se recrudecerá la batalla interna del Partido Demócrata entre el sector alineado con el jefe del Estado y el situado tras Bill Clinton, aunque considera improbable que se intente ubicar otro candidato para los comicios presidenciales de 2012, fecha en la que, a pesar de la derrota de este martes, presagia a un Barack Obama fortalecido.

«Los republicanos están ansiosos de llegar al Congreso y votar en contra de Obama, de Washington, de los progresistas, del periodismo, de la ciencia, de los inmigrantes, de los musulmanes y de todo lo que consideran el mal. Lo mejor que le pudo pasar a Obama es que ganasen, porque ellos no tendrán los votos suficientes para aprobar su agenda, ya que no tienen el Senado y necesitan dos tercios para voltear un veto presidencial. Obama tendrá un Congreso dividido que lo bloqueará y en 2012 podrá hacer campaña contra eso», considera.

Gaddie también recuerda el caso de Clinton, quien en 1996 tomó esa estrategia de insistir durante su campaña de reelección en la obstrucción conservadora desde la arena parlamentaria. Y le resultó favorable. «En dos años ya puede haber más creación de empleo y generarse una situación mejor para ser reelegido. Sobre todo teniendo enfrente una oposición tan irrazonable. Los republicanos van a estar obsesionados con investigar la gestión de la Casa Blanca para humillar a Obama y en parar toda legislación que él pueda aprobar y luego mostrar en campaña», opina.

Aunque los demócratas hayan perdido el control de la Cámara Baja y se les haya acortado la ventaja en el Senado, parece que contarán con un capital regalado por sus adversarios para las próximas elecciones si el Tea Party sigue marcando el ritmo, que es la imposibilidad moral del norteamericano medio de votar a candidatos de ultraderecha que se ufanan de su insensibilidad social y su pobreza intelectual.

Ni castellano, ni sharia

Oklahoma suele ser reconocido como el núcleo duro de la derecha de este país. De hecho, en 2008, fue el único estado en el que Obama no ganó ni en un solo condado a su contrincante John McCain. Y en estas elecciones, este distrito de casi cuatro millones de habitantes ha dado nuevas muestras de que su fama no es puro cuento.

Además de elegir candidatos, la boleta local constaba de 11 preguntas al electorado para saber su opinión sobre una serie de leyes. Entre ellas, la 752, que exige que todas las comunicaciones y documentos oficiales estatales sean en inglés, ya que hasta el momento algunos venían publicándose también en castellano.

Otra de las preguntas era la 755, sobre la prohibición a las cortes locales de tener en cuenta leyes internacionales (algo sumamente obvio) y explícitamente la sharia musulmana, debido al temor de que pueda ser considerada como justificación de delitos, tomando como base un caso de mucha repercusión mediática ocurrido en New Jersey, en el que un hombre se excusó ante la Justicia en que el Corán avalaba los maltratos a su esposa.

Ambas propuestas, que cau-saron controversia por representar una ofensiva concreta o simbólica contra los grupos inmigrantes, fueron refrendadas por más de dos tercios de los votos.

Irrumpe en escena el Tea Party

Con dos senadores -Rand Paul por Kentucky y Marco Rubio por Florida- y una treintena de legisladores en la Cámara de Representantes, el Tea Party ha confirmado su emergencia en la escena. Aunque otros siete candidatos de este movimiento al Senado se han quedado a las puertas (destaca el fracaso de la integrista cristiana Christine O'Donell en Delaware y la derrota de Sharron Angle, quien no pudo arrebatar el escaño en Nevada al líder demócrata Harry Reid), el movimiento contaba previamente con otros dos asientos en la Cámara Alta -Dan Coats, de Indiana, y Jim DeMint, Carolina del Sur,- que no han concurrido a estos comicios parciales. El nuevo senador por Kentucky lanzó una clara advertencia: «Sería un error pensar que los resultados reflejan un apoyo al Partido Republicano. Es una segunda oportunidad para que los republicanos sean lo que no hace tanto dijeron que serían». Jo BIDDLE (AFP)

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