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«Creer que los niños son peligrosos es vivir en una sociedad virtual»

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Enrique Martínez Reguera
Pedagogo, filósofo y sicólogo

Tras estudiar magisterio, filosofía y sicología, Enrique Martínez Reguera trabajó durante una década en la educación «formal» antes de dedicarse al campo con el que siempre había soñado, «en el campo de los niños en desventaja». «Psicología de la infancia explotada» o «Cuando los políticos mecen la cuna» son algunos de los libros escritos por este experto que ha participado en unas jornadas en Gasteiz.

Zuriñe ETXEBERRIA

Una veintena de expertos, además de cientos de estudiantes, han compartido sus opiniones y experiencias en las jornadas «¿Menores sin derechos? Infancia extranjera desprotegida, juventud penalizada», que se han llevado a cabo durante el jueves y viernes en Gasteiz.

El pedagogo, filósofo y sicólogo Enrique Martínez Reguera participó este jueves en la sesión de apertura, donde se analizaron los discursos y políticas sobre la infancia y juventud marginada.

A menudo se escucha hablar de menores peligrosos. ¿Qué hace pensar semejante cosa?

Los menores, en principio, ni deberían ser peligrosos ni deberían estar en peligro. Para empezar, yo nunca hablo de menores, hablo siempre de niños, por que el término menor no es más que un reduccionismo juridicista. Los niños son el futuro, nacen pletóricos de vida y posibilidades, entonces asociarlos a la idea del peligro, activa o pasivamente, es absurdo. Los niños son lo mejor que tenemos, son quienes garantizan nuestro propio futuro.

Lo que ocurre es que cuando a los niños se les desatiende en sus necesidades básicas y fundamentales pueden deteriorarse, y entonces son chavales que corren riesgos, contra natura, pero que los corren.

Entonces, ¿sería más apropiado hablar de niños en peligro?

En ese sentido podemos hablar de niños en peligro, pero hablar de niños peligrosos, creo que siempre es una trampa. Sólo puntual y fortuitamente la sociedad puede decir que un menor es peligroso. Es una trampa que la sociedad hable de niños peligrosos cuando ésta tiene derroche de recursos.

Una sociedad que tiene ejércitos, que tiene instituciones policiales, etc. ¿cómo puede decirnos que los niños son peligrosos? Tenemos que vivir en un mundo muy excesivamente virtual, no real, para creernos semejante discurso. Pero, ¡ojo!, es el discurso dominante y la sociedad lo tiene asumidito.

¿Y quién se encarga de extender ese discurso?

En los años 80 publiqué un libro titulado «La calle de todos», en el que recogí todo lo que la prensa y los medios de comunicación decían sobre niños. Lo que recogí era el reflejo de una campaña gigantesca de los medios para convencernos de que los niños nacen peligrosos.

Pero todo esto es una pura realidad virtual. Todos sabemos realmente donde están los peligros de la sociedad. No necesitamos pensar que los niños son peligrosos para pensar que hay peligro. Todo eso es una manera de idiotizar y distraer a la sociedad.

¿Ha ido evolucionando el concepto de la infancia y juventud marginada?

En mi trayectoria profesional he vivido tres etapas muy distintas. En los años 70 luchábamos contra la pobreza carencial de estos muchachos y sus familias. Una década después, este tipo de población fue criminalizada por el paro y las drogas; tuvimos que empezar a defender a los muchachos de los tribunales, de las comisarías, de las prisiones, de estas normas en las que se ven atrapados y estigmatizados. En los 90 nos hemos dado cuenta de que los niños de esta tipología pueden movilizar muchísimos intereses y dinero. De alguna manera, los hemos visto convertir en materia de consumo, de ONG, de fundaciones, de instituciones, de profesionales, de empresas...

Esta es la sociedad que se encuentran hoy en día. Suelo decir que hemos transitado de una sociedad de consumo, donde el que tiene consume y el que no se aguanta, a una sociedad de consumidores y consumidos, donde para que unos puedan encontrar trabajo tienen que consumir el tiempo y las expectativas, así como las posibilidades de salir adelante de otros.

Respecto a los menores extranjeros no acompañados han sido numerosas la críticas hacia la Diputación de Araba. El ente alegaba dudas sobre la minoría de edad para no expedir los certificados de tutela, indispensables para obtener el permiso de residencia.

Ahora mismo trabajo con estos niños, conozco muchísimo el mundo subsahariano, marroquí, sudamericano, rumano... Puedo decir que la mayoría de esta gente viene con una crianza excepcional, muy pobre pero de mucha más calidad humana que la crianza que reciben los niños del Estado español.

Es una muchachada que llega con un sentido de pertenencia y de familia impresionante. El respeto que muestran hacia los adultos es increíble y vienen con unas expectativas e ilusiones laborales en la que les vamos a defraudar totalmente.

Es un potencial humano tan rico el que llega que hace falta una sociedad totalmente desorientada como para no pensar que lo que nos llega es un torrente de vida y de recursos y posibilidades.

«Tenemos que saber sentir al inmigrante»

Siguiendo con los menores no acompañados, las comunidades suelen compararse entre ellas y envidian a quienes menos menores acogen. ¿Cree que sólo ven a estos chicos y chicas como un problema?

Las instituciones lo viven como un problema. Pero eso es una falsificación de la realidad. Un niño nunca es un problema. Vivimos en una sociedad realmente sometida al miedo, a la inseguridad prefabricada artificialmente, pero sometida a esa inseguridad. Vemos como peligroso aquello que más ilusión y esperanza nos debía crear. Frente a este mundo virtual que nos han fabricado para tenernos asustaditos, tenemos que recuperar el sentido común. Yo suelo decir que sentido común no es una cosa teórica y racional. El sentido común, como su propio nombre indica, es sentir y ponerlo en común. Tenemos que saber sentir al inmigrante, tenemos que crear algo en común con el inmigrante. Pero claro, esto es una visión positiva de la vida, y la que se nos está dando es una visión atrofiadora, aterrorizadora, absurda, que sería cómica si no tuviera tanta fuerza y tanto poder detrás.

Habla de sentido común y de la necesidad de ver las cosas de una forma positiva. Entonces, ¿la sociedad no debe esperar al papel que debieran de jugar las instituciones?

Tenemos que ir recuperando nuestra condición de personas, no tenemos que vivir de los tópicos y de los discursos dominantes. Tenemos que volver a creer unos en otros como personas y sociedad, porque estamos viviendo unas vivencias de impotencia tremenda. Unas vivencias de quien más quien menos tiene la sensación de que no puede hacer nada frente a las cosas que van mal.

Quien más y quien menos piensa que todo tiene que venir resuelto desde arriba, desde las instituciones competentes, pero la sociedad somos nosotros y hay que resolverlo como personas que se transcienden. Somos sociables, tenemos que cultivar nuestra sociedad, y aunque pueda sonar demasiado genérico, frente a este mundo virtual tan absurdo y patético que nos han creado tenemos que volver a recuperar el sentido de realidad. Z.E.

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