Se llama Sonny Bill Williams (SBW) y lo tiene todo para ser un icono. Un físico espectacular repleto de tatuajes con simbología maorí -1,93 de estatura para 108 kilos de peso-, un rostro de niño bueno marcado por mil batallas, y una biografía de enfant terrible que incluye incidentes de tráfico y escándalo público, con el alcohol como hilo conductor.

Nacido en Auckland (Nueva Zelanda) el 3 de agosto de 1985 -tiene 25 años-, esta tarde debuta con la selección de su país, los All Blacks. Será en el mejor de los escenarios, la catedral de Twickenham, y con Inglaterra como «amistoso» rival.

Juega en la posición de centro. En ataque es un búfalo en estampida, difícil de detener cuando coge velocidad. Pero el espectáculo llega a la hora de defender. Brutal. Como chocarse contra un muro.

SBW no placa. No necesita usar los brazos. Cuando el atacante llega a su altura, flexiona ligeramente la rodillas, se perfila y le incrusta el hombro izquierdo en el pecho. Un martillo pilón. El rival sale rebotado hacia atrás antes de caer.

Debut en el rugby a XIII

Su carrera profesional arrancó en 2004 -tenía 18 años-, en los Canterbury Bulldogs australianos, en la máxima categoría del rugby de trece jugadores. Tras ello llegaron la llamada del combinado neozelandés de esta modalidad y los galardones como rookie de esa campaña.

El año 2005 estuvo marcado por una importante lesión de rodilla a la que se sumaron otras molestias menores, firmando una temporada casi en blanco. Retornó a lo alto en las dos siguientes campañas.

En 2007 amplió su contrato hasta 2012 por 2 millones de dólares australianos (algo más de 1,4 millones de euros). «Quiero ser un Bulldog toda la vida», manifestó.

Su declaración de intenciones se evaporó en el verano de 2008, cuando hizo las maletas seducido por el tintineo del Top 14 francés. Se fue al Toulon para jugar al rugby de quince jugadores. En su anterior equipo la espantada no sentó nada bien. El asunto se solucionó cuando el conjunto galo abonó en torno a 350.000 euros por la rescisión del antiguo contrato.

Firmó por el Toulon para dos años, en los que disputó 33 partidos. A finales de la pasada campaña le pusieron sobre la mesa un contrato estratosférico, tres temporadas a razón de casi 1,5 millones de euros por cada una. Tres veces más de lo que podía ofrecerle la Federación de Nueva Zelanda.

Pero Williams deseaba jugar con los All Blacks, así que rechazó la jugosa oferta francesa y retornó a casa, requisito para ser llamado para la selección. Volvió a decantarse por Canterbury, pero en este caso por la región neozelandesa de ese nombre.

Además de disputar la liga nacional con el conjunto local, milita en los Crusaders, el equipo más laureado del Super Rugby. Es una competición que se disputa entre quince franquicias (cinco de Nueva Zelanda, cinco de Australia y cinco de Sudáfrica), en una especie de NBA del balón ovalado.

Hoy estará en Londres para ejecutar la clásica haka ritual de los All Blacks ante 80.000 espectadores. Será un nuevo paso hacia el objetivo final, el Mundial que se disputará en Nueva Zelanda en el otoño de 2011.