Escanear la seguridad aérea: reaccionar al último ataque, sin centrarse en el próximo, no funcionará
Ayer se celebró una cumbre europea de urgencia sobre seguridad aérea motivada por la alarma mundial creada por el envío de paquetes-bomba desde Yemen con destino a centros judíos de Chicago. Se trataba del primer atentado, supuestamente de Al Qaeda, que utiliza el servicio postal aéreo para transportar bombas. Habrá quien vea en la interceptación de las impresoras-bomba un triunfo del «contraterrorismo». Habrá quien piense que la utilización de los aviones de carga responde al control draconiano de los aviones de pasajeros. Es decir, que si se fortalece la seguridad en un área, encuentran la debilidad en otra para explotarla. Y que si los aviones de carga se convierten en objetivos más difíciles, cambiarán a los trenes, a los autobuses o a los barcos mercantes.
Blindar todo el transporte internacional parece imposible. Y en estos tiempos tan duros, los costos económicos de esa tarea, inabordables. Poner en la balanza el tamaño y la naturaleza de la amenaza, y los efectos de la respuesta en derechos y libertades y en el comercio internacional parece lo equilibrado. La complejidad del dilema es lo suficientemente grande como para que el inmediatismo en la respuesta pueda solucionarlo.