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Martin Garitano Periodista

¿Reconciliación?

A hora que todo el mundo -con mayor o menor dosis de optimismo- vislumbra la posibilidad de que el conflicto secular entre el pueblo vasco y el Estado español pueda encauzarse y plantearse en términos de confrontación política y democrática, empiezan a oírse voces en favor de la reconciliación necesaria al término del combate.

Me cuento entre los optimistas. Creo sinceramente que hay posibilidades reales para que los vascos despeguemos todo el potencial que encierra la causa de Euskal Herria y llevemos a nuestro pueblo al puerto de la soberanía y la paz. Confío en quienes han demostrado muchas décadas de abnegación y entrega desinteresada. Y creo que hay razones objetivas para ello.

Pero al tiempo reconozco que no me gusta el término «reconciliación». Prefiero la convivencia, lo que en un tiempo se dio en llamar la coexistencia pacífica. Y no porque crea que el odio y el resentimiento puedan ser eternos, sino porque la reconciliación forzada no puede ser base de la convivencia normalizada.

Hay tipos entre nosotros que si entraran en la selva, huirían las serpientes más ponzoñosas. Y yo no me quiero reconciliar con ellos. Aunque tenga que vivir toda mi vida en el portal de al lado.

Yo no quiero reconciliarme con Garzón ni aunque pida perdón de rodillas por todas las barrabasadas que nos ha hecho. Ni con Galindo, aunque peregrinara hasta Tombuctú con garbanzos en los zapatos pidiendo perdón a voz en grito a los familiares de Lasa y Zabala. No piensen que vale la reconciliación porque ha acabado un conflicto.

Harán falta generaciones de convivencia para que muchas cosas queden, si no en el olvido, sí al menos en los libros de historia. Y hará falta una suerte de comisión de la verdad para que se sepa lo que aquí pasó y por qué pasó. Mientras tanto, que no me hablen de reconciliación.

¿Alguien en sus cabales cree que vamos a reconciliarnos con los fusileros que dispararon contra Txiki y Otaegi? Ahora serán importantes mandos de la Guardia Civil. ¿Reconciliarnos con los que ordenaron la muerte de Josu y Santi? ¿Con el que pagó a los mercenarios que acribillaron a Galdeano? No. Pensar eso no es razonable ni contribuye, en mi opinión, a resolver nada.

Hay espacio para la autocrítica, para sentar las bases de una convivencia democrática y en paz. Aprovechemos la ocasión que se nos presenta, pero no caigamos en simplezas. Hagamos las cosas bien.

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