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Fede de los Ríos

Nos acuna el Sacamantecas

Necesito del miedo si quiero vender seguridad a cambio de poder y control. Necesito atemorizar si quiero conseguir un plus en la sumisión del individuo. No existe, por el momento, otra manera de vender

En los dos principales ámbitos en los que transcurre aquello a lo que se ha dado en llamar nuestra vida, a saber, la economía y la política, una idéntica sensación los impregna: el miedo. Claro está que dicha «pasión negativa», ajena a la razón, como la calificaría el bueno y lúcido de Spinoza es introducida en nuestros corazones, en estos tiempos que nos han tocado en suerte, con propósitos claramente definidos. Necesito del miedo si quiero vender seguridad a cambio de poder y control. Necesito atemorizar si quiero conseguir un plus en la sumisión del individuo. No existe, por el momento, otra manera de vender el confort de la seguridad a cambio de una cada ver mayor renuncia a las libertades.

En lo económico, la última reforma laboral llevada a cabo por los sirvientes del Capital, -pues algo hay que hacer para salvar la maltrecha nave de la economía-, va a sentar, aún más, las provisionales bases sobre las que se asienta el futuro de la mayoría de la población. A la precariedad de los puestos de trabajo, los cabrones que disponen de nuestras vidas a su antojo, la llaman flexibilidad laboral. Pasamos del miedo ocasional por la situación de la empresa al miedo permanente por la situación de precariedad de nuestro puesto laboral en ella. No es 1984 pero la vida es como Gran Hermano, te pueden nominar en cualquier momento... y a la puta calle. El único responsable serás tú y tu falta de adaptación.

En lo político, los servidores del Estado un día nos salvan de peligrosos terroristas tanto nacionales como internacionales y otro elaboran leyes con las que protegernos del inmigrante con aviesas intenciones que vive en el tercero derecha. Los centros educativos son vigilados para impedir que legiones de narcotraficantes asalten las vallas de los patios escolares. Antaño eran hombres con gabardina y caramelos con droga los que amenazaban a nuestros tiernos infantes, hoy son negros, moros y sudacas los que con artes de seducción hacen caer en el vicio a nuestros virginales hijos e hijas. Los medios de comunicación nos alertan de esta nueva invasión sarracena que, poco a poco, gracias también a su tasa de natalidad, impondrá sus bárbaras costumbres y sus velos. Al tiempo que denuncian que los nacionalistas «periféricos» quieren romper la patria común e indivisible y llevarnos a la balcanización.

Las benefactoras compañías farmacéuticas avisan de pandemias que asolarán la tierra entera. Nos rescataron de inmisericordes vacas enloquecidas, de la gripe que malvadas aves asiáticas transmitían a nuestra especie, de pérfidos mariachis de cerdos transmisores de gripe. Seremos, sin lugar a dudas salvados mediante vacuna del catálogo de gripes de la A a la Z. Nos acosarán, como en América, enjambres de abejas africanas asesinas pero saldremos gracias a nuestros ángeles custodios que sólo quieren nuestro bien y nuestra plusvalía, a cambio, tan sólo, de velar nuestros sueños para protegernos de las pesadillas. Nos arropan con correas. En las cuatro esquinitas de nuestra cama acechan los cuatro jinetes del Apocalipsis. Eso nos dicen.

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