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Testimonios desde el Aaiún, una ciudad tomada por tierra y aire y silenciada por Marruecos

Detenciones, registros casa por casa, cadáveres tirados en el desierto y a las orillas del río Saguia el Hambra, colonos marroquíes armados con machetes al amparo de la Policía... Los testimonios de los saharauis empiezan a colarse pese a la censura de Marruecos, que no quiere testigos incómodos en los territorios ocupados.

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Ainara IZU

La vida de Ahmed Ziad es un espejo de la ocupación, sufrimiento y lucha del pueblo saharaui desde que el Estado español entregó el Sahara a Marruecos. Con 14 años emprendió el peligroso camino hacia el exilio junto a su madre y hermana. En la huida hacia los campamentos de Tinduf, en Argelia, vio cómo bidones arrojados por la aviación marroquí arrasaban con todo. En su interior había fósforo blanco, prohibido por los tratados internacionales. A diario tenían que cavar fosas para protegerse de los bombardeos. Tres meses después logró reunirse con su padre, pero parte de su familia sigue viviendo en El Aaiún, desde donde le llegan noticias cuando menos inquietantes.

Casa por casa

«Van casa por casa buscando a jóvenes saharauis. Como las puertas tienen un enrejado de hierro, rompen el cristal y tiran gases lacrimógenos en su interior. En cada domicilio hay apostado un coche policial», relata Ziad a GARA mientras recorre en manifestación las calles de Donostia.

Un sobrino suyo, de 13 años, figura en la larga lista de desaparecidos tras el violento desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik. «Entraron en casa de mi hermano en el barrio de El Matar. En el tumulto desapareció mi sobrino y todavía no sabemos dónde está», subraya al tiempo que sujeta una bandera saharaui.

La vigilancia es constante en El Aaiún. «La Policía, los Grupos de Intervención Rápida y la Gendarmería patrullan la ciudad constantemente», añade. A estos cuerpos se suman agentes de paisano y colonos marroquíes «armados con machetes para atacar a los saharauis». «La situación está muy tensa. Están apareciendo cadáveres en los bordes del río Saguia el Hambra. La gente que estaba en Gdeim Izik se dispersó por el desierto presa del pánico. Nadie se atreve a asomar la cabeza en estos momentos», subraya. Como saharaui reclama la inmediata intervención de la comunidad internacional y hace responsable al Estado español de la represión que sufre su pueblo. «Siempre hemos tendido la mano a la paz pero no nos vamos a quedar de brazos cruzados viendo lo que está sucediendo», advierte.

A escasos metros, cerca de la pancarta bajo el lema «Sahara askatu, errepresiorik ez», camina el reconocido atleta saharaui Salah Amaidan, ahora exiliado en el Estado francés. En 2003, corriendo bajo bandera marroquí, decidió sacar la saharaui al llegar a la meta. La reacción del régimen alauí no se hizo esperar. Entraron en casa de sus padres en El Aaiún, golpeándoles. Les quitaron la salud y el dinero. Aún hoy, su padre, delicado de salud, debe ir a comisaría cada lunes.

Con una media sonrisa, afirma que no puede resumir en palabras todo lo que ha vivido y sufrido durante estos siete años.

Muerto a porrazos

Recientemente pudo viajar a su ciudad natal gracias a un programa francés de reunificiación familiar. También visitó el campamento de protesta de Gdeim Izik.

«El Aaiún es como una cárcel. No puedes ni entrar ni salir. Las familias están encerradas en sus casas porque si sales estás muerto. Lo que está ocurriendo es como una película de terror. Hay personas muertas en el desierto y nadie puede ir a recoger sus cadáveres porque todo está controlado por tierra y aire. La vigilancia es constante», denuncia.

«Hace dos horas han matado a mi primo de 18 años en una manifestación. Le han pegado con porras y armas blancas y lo han dejado tirado en la calle. La Policía y los civiles marroquíes tienen autorización para matarnos», remarca.

Amaidan, pendiente de las noticias que le llegan de los territorios ocupados a través del teléfono móvil, hará de portavoz de la causa saharaui en la Behobia-Donostia, donde correrá con los colores de su tierra.

Desde su domicilio en El Aaiún, Bachir Ahmed aprecia un cambio de estrategia por parte de Marruecos. «Está creando las condiciones para que haya una guerra con nuestros hermanos marroquíes, con quienes nos unen lazos sanguíneos, de hermandad y también religiosos. Quiere romper esos vínculos para deshacerse de nosotros, los saharauis», resalta.

En su opinión, Rabat va a «intensificar el campo de batalla, extendiéndolo a todos los frentes, incluso el mediático, para así condicionar las conversaciones con el Frente Polisario. Quiere extender la idea de que los saharauis no queremos la paz, sino la guerra».

Sobre el ambiente que se respira en las calles, Ahmed resalta que siguen los enfrentamientos en los barrios y que a cada rato escucha ruido de sirenas.

Pero la oleada represiva no es nueva. «Llevamos soportando este infierno desde 1975. El empobrecimiento es total. Los saharauis no tenemos nada. Nuestros hijos, aunque llegan a licenciarse, no tienen posibilidad de trabajar. Tampoco tienen acceso a la vivienda. ¿Cómo podemos hacer frente al alquiler, a las facturas o a la compra de alimentos infantiles con 152 euros al mes?», se pregunta.

Por ello, decidió sumarse a la protesta de Gdeim Izik. «La noche antes de la incursión, el comité negociador se retiró sin plantear una solución. Marruecos dice que agentes infiltrados del Polisario impidieron a los saharauis la salida del campamento. Es rotundamente falso. Fueron ellos quienes no nos dejaron ni entrar ni salir», incide.

Sus ojos vieron haimas incendiadas, atropellos con camiones, madres con niños pequeños arrastradas a porrazos y a golpes de culata, lanzamiento de gases lacrimógenos y con efectos asfixiantes... «fue una auténtica masacre difícil de describir. Nunca había visto algo semejante. Si Marruecos defiende su inocencia, ¿por qué impide el acceso a la prensa nacional e internacional? Ni siquiera los medios acreditados habitualmente por Rabat pueden acercarse hasta aquí».

Ahmed se siente satisfecho de poder difundir, aunque sea vía telefónica, lo que ocurre en El Aaiún. Es la única herramienta que les queda para romper la censura.

Junto a los periodistas, los activistas extranjeros se han convertido en el blanco de Marruecos. Isabel Terraza, de Resistencia Saharaui, da fe de ello. «Tenemos constancia de que soldados armados con metralletas han ido al domicilio de una activista saharaui con la que estuvimos en el campamento en busca de extranjeros. Destrozaron la casa», explica a GARA. Terraza, que lleva tres semanas en la ciudad ocupada, tilda de insulto hablar de calma cuando «están exterminando a la población saharaui».

Sobre el asalto al campamento, recuerda que todavía no había salido el sol cuando «entraron las tropas auxiliares y detrás el Ejército. Fue un episodio muy violento y lamentable». «Estamos inmersos en el caos. La ciudad está tomada por lo que no podemos verificar gran parte de las denuncias», añade. Desde donde está no paran de sonar las sirenas y el run-run del helicóptero.

Las denuncias burlan la censura colándose en internet

El veto informativo de Marruecos no ha podido con internet. Son numerosas las páginas web que a diario recopilan noticias sobre los territorios ocupados. Una de ellas es Thawra, una iniciativa que agrupa a personas de varios colectivos. Su página web -www.saharathawra.com- recoge minuto a minuto informaciones sobre registros, detenciones, desapariciones, hallazgo de cadáveres, primeras condenas bajo la acusación de «arrasar bienes privados y públicos y quemar la bandera marroquí», pinchazos en móviles o el hallazgo de tres bebés cuyos padres desaparecieron durante el asalto al campamento.

Youtube también se ha convertido en escaparate de las denuncias saharauis. En él se pueden encontrar múltiples videos y testimonios sobre la represión marroquí. A. L.

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