Juanjo Basterra Periodista
Los «buscafraudes» no se atreven con los más ricos
Los «buscafraudes» entre quienes reciben las ayudas sociales, sea la renta básica o las ayudas de emergencia social, crecen al amparo del impulso de las administraciones públicas, porque se dan cuenta que, o remueven sus cajas fuertes, o no pueden seguir con la calderilla a vueltas. Es una manera de contrarrestar las críticas que reciben, con razón, de que destinan más dinero para ayudar a los empresarios a que despidan a los trabajadores que a facilitar que los más pobres y los excluidos puedan tener una vida digna. Vaya por delante que estoy en contra del fraude, sea pequeño o grande. Según un amplio reportaje de «El País» de hace unos días, las administraciones indicaban que alcanzaba los cuatro millones y en torno a 810 familias en lo que son las ayudas sociales. Había una picaresca exagerada para conseguir ayudas de forma irregular. No puede ser ese fraude. Cierto. Hay que atajarlo.
Ahora bien, podemos comparar esos cuatro millones con los más de 12.000 millones, tirando por lo bajo, que se estima que produce el fraude fiscal en Hego Euskal Herria. Estamos hablando de palabras mayores. Ahora que nos falta dinero a todos, y que se aprovecha para recortar a los de siempre, creo que sería mejor que se pusiera más empeño en quienes tienen fortunas lejos del fisco. Los ricos, que en nuestro país no son muchos -el 1,42% de la población- controlan el 44% de la riqueza, que sí que es mucho. Si les controlamos a esos, está claro que recuperaríamos mucho dinero. Seguro que más de esos cuatro millones.
Se sabe, por otro lado, que si en Hego Euskal Herria se aplicara la presión fiscal media de la Unión Europea podríamos contar con 8.100 millones más de ingresos. O si esas administraciones públicas que ponen el ojo siempre sobre el que menos tiene, cambian de dirección y reducen el fraude y aumentan esa presión fiscal, estaríamos hablando de 15.000 millones, casi la suma de los presupuestos de los gobiernos de Gasteiz e Iruñea. Está claro que hay dinero, lo que ocurre es que hay que escarbar en un sitio incómodo: el bolsillo del poderoso.
Por lo tanto, creo que debemos ser justos, estar con el débil y, como es necesario, apretar el bolsillo del rico. Ese es un reto.