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Raimundo Fitero

Triste coincidencia

Los noticiarios televisivos logran conciliaciones en el tiempo y casi el espacio que resultan una suerte de aserto esperpéntico. No caben excesivas dudas sobe la capacidad de Luis García Berlanga para hacer crónica social y política a través de sus películas tan cargadas de lúcido humor e ironía humanística. Los personajes de las películas de Berlanga son seres tiernos, feroces, tremebundos, pero siempre respiran por los poros del humanismo. En el día de la certificación médica de su muerte tras varios meses en ese limbo oscuro y desconocido de la ausencia de memoria, la gran muerte humana, civil, han brotado los alegatos a favor de su obra y a la exaltación de su persona.

Parece que una extraña unanimidad se ha apoderado de todos los noticiarios, de todos los comentaristas, y sin una mínima fisura se ha comenzado con esa beatificación efímera que provoca siempre la desaparición de alguien que ha formado parte de nuestra vida de manera tan continuada y especial. Porque el repaso de sus obras fundacionales, las de blanco y negro y las que el color añadía tonalidades grises a esos personajes que pululan por cacerías montaneras para buscar favores económicos, nos dan noticias de nosotros mismos. Sí, es cierto lo dicho por Álex de la Iglesia, Berlanga es el único que le puede mirar a los ojos a Buñuel.

Las declaraciones de artistas, compañeros de profesión, actrices, intelectuales o críticos se entienden a la perfección, pero cuando aparecen los políticos de partido en campaña, empiezan a rechinar las bisagras de la credibilidad abriendo las puertas al oportunismo. Es cuando ellos, esos políticos, se convierten en berlanguianos. Porque inmediatamente se nos pasan en los noticiarios imágenes de una manifestación para denunciar los indecentes incidentes de El Aaiún, y en la pancarta se ven casi a los mismos, con peperos y otras especies de la derecha reaccionaria aprovechando que los sucedido se puede convertir en una buena excusa para despertar al españolismo dormido, el que denunciaba con sabiduría, ternura, pero penetración científica, Luis García Berlanga en sus películas que esperamos colapsen las programaciones televisivas.

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