GARA > Idatzia > Mundua

Análisis | Cambios en el Gobierno francés

Una remodelación sin propósito de enmienda

François Fillon es el notario de Nicolas Sarkozy. Sólo lleva al papel la voluntad de su patrón. El presidente galo tenía difícil sacrificar a su «colaborador» sin que ello fuera interpretado como una renuncia política. No hay autocrítica, François Fillon se queda y la contrarreforma proseguirá.

p015_f01_096x255.jpg

Maite UBIRIA Periodista

Tras la dimisión del Gobierno francés los pronósticos se han cumplido y Nicolas Sarkozy ha vuelto a encomendar al dimisionario François Fillon la formación del nuevo gabinete. Su principal rival, el ministro de Ecología, Jean-Louis Borloo, anunció ayer que estará en el nuevo Gobierno.

Nicolas Sarkozy ha desvelado finalmente sus propósitos y ha activado la palanca de la remodelación de su Gobierno. La crisis se ha cocinado a fuego lento y, sin embargo, el esperado capítulo del que la oposición tilda de «folletín interminable» no ha respondido a las expectativas creadas.

Hace sólo unos días, Sarkozy se autoproclamaba pomposamente el sucesor natural del general De Gaulle. El modo elegido para abordar esta remode- lación sin propósito de enmienda puede equipararle, ciertamente, al espíritu impredecible del padre de la V República. Hasta ahí las similitudes, ya que el Sarkozy que ha entregado la autonomía francesa en la OTAN y gobierna contra el principio de solidaridad no aguanta las comparaciones de fondo.

Por ello, la decisión de Sarkozy de dejar sin cabeza de Gobierno a su país un sábado a la noche para hacer que se desayune el domingo con el mismo jefe de gabinete poco tiene de materialización urgente de una idea que no puede esperar al lunes para ser aplicada, y se asemeja más bien a un ejercicio caprichoso de poder.

Durante cerca de seis meses, mientras las calles francesas se inflamaban con las protestas contra la reforma de las pensiones, el presidente que más y mejor ha jugado con los medios de comunicacián ha quedado seriamente eclipsado.

Este fin de semana, Sarkozy se ha tomado la revancha, introduciendo en el programa de televisiones y particularmente en el menú de internet un único componente: una remodelación del todo inusual. Y cabe reconocerle el mérito, pues no es tarea sencilla concitar el interés mediático hacia una noticia con escasa frescura y, sobre todo, sin un componente de cambio capaz de reconciliar al presidente con la sociedad francesa.

Para proseguir las reformas, Sarkozy ha optado por mantener al frente del timón a un gaullista social, François Fillon, al «colaborador», como el propio Sarkozy denominó a Fillon apenas unos meses después de entregarle la llave de Matignon, en mayo de 2007.

Pese a arrancar su mandato con esa marca poco favorable de primer ministro sin poder, de servil hacedor de los designios de un Sarkozy llamado a convulsionar el sistema institucional, paradójicamente la larga estela de errores de su rey y la actitud de aguerrido bombero de Fillon le han otorgado al primer ministro el escudo necesario para proseguir su labor y aspirar al título del primer ministro más estable. Lo nunca visto.

Desde mediados de 2009, cuando el hiperpresidente perdió su estado de gracia ante la opinión pública, Fillon se ha situado en la primera línea de fuego, dispuesto a soportar el castigo de la impopularidad, ya fuera ante una caldeada reunión con los alcaldes franceses, ya en el debate sobre la identidad nacional.

En cada uno de ésos y otros incómodos debates, Fillon se ha mostrado como lo que es: un mandatario leal al presidente, que no se muestra impaciente por contribuir a la caída de un Sarkozy al que algunos patronos -tanto de la UMP como de los estamentos financieros- buscan sustituto en la perspectiva de que el inquilino del Eliseo no consiga remontar vuelo en un plazo razonable.

Y es que cuando apenas quedan 18 meses para las presidenciales de 2012, los sondeos dicen que los electores de derecha ven con buenos ojos a Fillon, a ese político con flema británica, discreto, poco vociferante y, en apariencia, más centrado en perseverar en la aplicación de las reformas prometidas por Sarkozy para ganar El Elíseo que en rentabilizar para interés propio el desgaste presidencial. Virtudes que, por cierto, viene muy bien exaltar como antídoto a un más peligroso De Villepin.

En setiembre, durante la reunion de los parlamentarios de la UMP en Biarritz, los pilares del partido rindieron un sentido homenaje al primer ministro. Esa estrecha comunión ha sido, seguramente, una baza mayor a la hora de mantener en el puesto a Fillon. En todo caso, el motivo principal parece ser que el rey, que pisa hoy en terreno movedizo, necesita seguir apoyándose en el hombro de un Fillon al que el tiempo dirá si subestima en cuanto a su ambición política.

Reformas, reformas, reformas. Ése fue el credo que expuso Fillon ante los parlamentarios en la sala Irati, y Sarkozy ha decidido que si no hay cambio de guión, lo menos arriesgado es mantener en el puesto al director, al que se le encomienda terminar la película, eso sí, con menos presupuesto o, lo que es lo mismo, con un equipo menos abultado que hasta ahora, en concordancia con la era de austeridad anunciada precisamente por el portavoz de las malas noticias, monsieur Fillon.

Con la firma aún fresca sobre la ley de reforma del sistema de pensiones, el presidente galo consagra a su primer ministro para una batalla no menos complicada, la reforma del modelo sanitario, la joya de la corona de una República que sonó social e igualitaria y que hoy se revuelve malherida contra la pesadilla del abuso de poder, que es el distintivo de la era Sarkozy.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo