Análisis | La «no» remodelación francesa
Cuando los chiraquianos asumen la tarea de estabilizar el sarkozysmo
Chatel, Pécresse, Bachelot, Le Maire, Hortefeux... los hacedores de reformas tan impopulares como la de las pensiones no pierden comba, lo que remarca más la caída por el escándalo Bettencourt del ex ministro de Trabajo, Eric Woerth
Maite UBIRIA Periodista
En 2007 Nicolas Sarkozy abordó la primera configuración de gobierno con el espíritu rebelde y el deseo expreso de diferenciarse de su antecesor. En la recta final del quinquenato, ha optado por hacerse guardar las espaldas por líderes de la antigua RPR.
El nuevo Gabinete francés ha sido calificado por la ministra de Economía y columna vertebral de este Gobierno, Christine Lagarde, como «revolucionario». El término es exagerado, aunque la fórmula inventada por Nicolas Sarkozy para zanjar la remodelación tiene cierta dosis de originalidad.
Dispuesto a modernizar la vida pública francesa, tras su llegada al Elíseo en mayo de 2007 Nicolas Sarkozy trató inmediatamente de marcar distancias con su antecesor Jacques Chirac.
Sarkozy es un comunicador nato, que encuentra su inspiración en el lenguaje publicitario. Chirac encarnaba lo viejo, él era lo nuevo. El slogan le dio la llave del Elíseo y, para redundar en ese spot de partida, su primer gobierno se tradujo en una mezcla un tanto estrambótica, en la que figuras de peso político incontestable se codeaban con personajes mediáticos que le han proporcionado en este tiempo un sinfín de titulares, y un buen número de disgustos. Hasta que la crisis económica y el declinar de la popularidad presidencial han aconsejado sacrificar a las últimas estrellas fugaces para evitar, a ser posible, que el cielo se derrumbe sobra la mayoría conservadora en 2012. Adiós a los Kouchner, Amara, Yade...; antes fue Dati. La identidad nacional y la ecología pierden enteros. El Sarkozy original se reinventa renunciando a las originalidades de la primera mitad de mandato.
El cambio sin mover el timón. Para limar estridencias, el presidente francés se confía a un primer ministro que, sin hacerle sombra, dispone de un margen de confianza popular suficiente.
François Fillon es un gaullista social cuya mayor calidad política es la lealtad. Ese marchamo es un valor mayor a ojos de una derecha con una historia cercana atravesada por sangrientas luchas intestinas y un horizonte político ciertamente complejo.
El Gabinete se reduce de 37 a 31 miembros, y el recorte se ceba en la banlieu centrista, que ha cuestionado medidas como la expulsión de romaníes o la reforma de las pensiones. Esas asonadas en el Parlamento han tenido una vendetta a la hora de redecorar Matignon.
Las compensaciones arbitradas por Fillon con la promoción ministerial para Mercier (Justicia), Leroy ( Desarrollo Urbano) o Richert (Colectividades Territoriales) no sirven para paliar la pérdida endosada al centro-derecha con las salidas de Morin, y particularmente de Borloo.
Apenas unas horas después de conocerse la nueva composición ministerial, los centristas, con sus variadas siglas, celebraban un encuentro para analizar la nueva correlación de fuerzas.
El descontento causado por la pérdida de peso en el Gobierno puede servir para aglutinar temporalmente al centro. Sin embargo, con la elección presidencial en el horizonte, la maquinaria oficial no pondrá fácil a los ahora damnificados la elaboración de alternativas que pongan en peligro la reelección.
Nicolas Sarkozy explicará hoy su hoja de ruta. El patrón toma otra vez la delantera a su «colaborador», el primer ministro Fillon, cuya comparecencia se anuncia para el día 24.
Un centro disperso preocupa menos que De Villepin. A la espera de las explicaciones oficiales, que incidirán, sin duda, en la coherencia de esta «no» remodelación, en el diseño del Gabinete se deja entrever que Sarkozy entiende que la principal amenaza para su liderazgo emana de las ambiciones de De Villepin. Con la entrega de ministerios mayores a tenores de la extinta pero siempre viva RPR, Sarkozy se cubre las espaldas de un modo ciertamente original, ya que emplea como escudos a altos cargos chiraquianos.
En su guardia pretoriana brillan con luz propia el ex primer ministro con Chirac, Juppé, quien ya recuperado de sus problemas en tribunales se corona ministro de Defensa, y Alliot-Marie, nueva ministra de Asuntos Exteriores. A la política lohizundarra le ha tocado el gordo y la pedrea, ya que su compañero sentimental, Patrick Allier, se estrenará como ministro puente entre Fillon y el Parlamento.