Belén MARTÍNEZ Analista social
Censura
La misma semana en la que conmemoramos el 35 aniversario del asesinato de Pier Paolo Pasolini, la autoridad judicial suspende cautelarmente la proyección de A Serbian Film en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia.
Aún persiste la tentación de regular los comportamientos individuales, reconduciéndolos hacia la contención y la mesura, estableciendo criterios normativos para delimitar lo que es el buen y el mal gusto mediante un compendio de calificativos que definen a quienes se apartan de la Norma: libertinos, viciosas, blasfemos, degeneradas, corruptos, amorales...
No es mi intención comparar a Pasolini con Spasojevic, ni a Salò o le 120 giornate di Sodoma con A Serbian Film. El autor friulano consagró su vida y su obra a fustigar el fascismo. Si hay algo realmente violento, cruel, execrable, atroz, vil y repugnante, es su asesinato y las motivaciones políticas que le rodean. El genio y talento creador de Pasolini no sólo expurga nuestras emociones, también nos interpela con sus reflexiones fabuladas en torno al deseo y la alienación ligadas a estructuras sociales de dominación. El lenguaje cinematográfico del género fantástico permite verter, desbordar nuestra imaginación. Cuanto más imperceptible sea la distancia entre la realidad y la ficción, mejor estará narrada la fantasía.
Si no somos capaces de distinguir la distancia entre un acto figurado y un acto real, difícilmente podremos afrontar la compatibilidad de la libertad de creación y la defensa de la dignidad humana. ¿Hay algo más abyecto que mirar con indiferencia un documental sobre los abusos y torturas infligidos a los prisioneros de Abu Ghraib?