FÓRMULA UNO Triunfo de Vettel en el Mundial
Las millonarias alas del campeón
El éxito de Red Bull arranca en 2004, cuando el millonario austriaco Dietrich Mateschitz decide emprender una nueva aventura comprando Jaguar.
Amaia U. LASAGABASTER
Junto a la juventud de Sebastian Vettel, la resignación de Mark Webber y la satisfacción de Crhistopher Horner y sus ingenieros, el doblete de Red Bull deja otro triunfador en la sombra. De nombre Dietrich Mateschitz, de nacionalidad austriaca, de profesión empresario millonario y de afición el deporte.
El copropietario de Red Bull nació en Austria hace 66 años. Su primer acierto fue enfocar sus estudios al marketing. El segundo, aceptar un puesto de trabajo en una empresa alemana que, en un viaje de negocios, le hizo recalar en Bangkok. Allí llegó el tercero y definitivo cuando, presa del jet-lag, Mateschitz pidió un reconstituyente. Le sirvieron un Krating Daeng, bebida popular entre obreros y camioneros del país asiático. Le sentó tan bien que tuvo la idea de su vida: asociarse con el productor local de la bebida, añadirle gas y comercializarlo en una lata azul y plateada.
25 años más tarde, Red Bull es un gigante del sector. Más de 4.000 millones de latas vendidas en 2009 en 160 países, 7.000 trabajadores y una facturación estimada en 4.500 millones de dolares. Una escalada que ha situado a Mateschitz entre los 350 hombres más ricos del mundo según la revista Forbes, con una fortuna estimada en más de 2.500 millones de euros. Suficiente para comprar una isla en el archipiélago de las Fidji, donde pasa parte del año desde su jubilación.
Rey del marketing
Los expertos coinciden. La clave del éxito de Red Bull pasa, en buena medida, por la especialidad de Mateschitz. Tanto, que su empresa es un ejemplo de marketing estudiado en todas las business schools de Estados Unidos. Algo tendrá que ver que invierta aproximadamente el 30% de su volumen de negocio en publicidad, con el patrocinio deportivo llevándose la parte del león.
Unos 300 deportistas y clubes son imagen en mayor o menor medida de la bebida que «da alas», incluyendo equipos de fútbol (Red Bulls de Salzburgo y Red Bulls New York, antiguo MetroStars), de hockey sobre hielo, practicantes de deportes extremos o, evidentemente, escude-rías automovilísticas. Dos, nada menos. Y que seis años después de estrenarse en el mundo de la Fórmula Uno le acaban de dar un título de constructores y otro de pilotos.
Tras años de patrocinio, Mateschitz dio un paso adelante a finales de 2004, cuando compró Jaguar y lo rebautizó como Red Bull. Un año más tarde hizo lo propio con Minardi, que pasaría a conocerse como Toro Rosso y a convertirse en una suerte de escuela para jóvenes pilotos por la que han pasado, entre otros, el propio Sebastian Vettel. En el mundillo de la Fórmula Uno fueron muchos los que miraron con desdén a dos equipos que destacaban más por sus fiestas que por sus resultados.
En 2009, siempre con Christopher Horner a los mandos, con el cerebro de Adrian Newey ejerciendo en los talleres y un presupuesto cercano a los 150 millones de euros, los prejuicios se tambalearon ante los primeros grandes éxitos del equipo. Un año después, los títulos de Sebastian Vettel y de la propia escudería los ha hecho desaparecer definitivamente.
La estrategia de Ferrari en Abu Dabi ha merecido críticas desde todos los ámbitos, incluído el político, con el ministro italiano Roberto Calderolli a la cabeza. En un comunicado oficial, la escudería se reconoció «molesta por ver que hay algún político que está dispuesto a saltar al carro del ganador y cuando las cosas van mal, reclama la guillotina».
La escudería Williams ha anunciado la marcha de Nico Hulkenberg y la renovación de Rubens Barrichello. Será la 18ª temporada del brasileño en la Fórmula Uno.
Mateschitz, poco aficionado a las cámaras, sí estuvo en Abu Dabi, donde auguró que habrá Vettel para rato. «Sebastian es el campeón más joven de la historia y creo que lo seguirá siendo por mucho tiempo. Es un piloto extraordinario», sentenció.
Muchos han acusado a Red Bull de primar las opciones de Vettel -gran protegido del austriaco desde su debut- frente a Webber, pero Mateschitz lo niega y asegura que, según la filosofía del equipo, «un segundo puesto con comportamiento correcto sería mejor que una victoria con órdenes de equipo».