El cólera cruza la frontera y llega a la República Dominicana y a Florida
La hospitalización de una persona en la República Dominicana y otra en Florida ha hecho saltar las alarmas sobre la propagación de la epidemia de cólera que brotó hace un mes en Haití , donde el número de muertos supera ya los 1.110, según el último balance oficial. Tras los disturbios con los cascos azules, a los que se responsabiliza del brote, la OMS ha insistido en que lo importante es frenar su propagación, no averiguar su origen.
GARA
El cólera llegó el martes a la República Dominicana y a EEUU después de haber causado más de un millar de muertos en Haití y de que su presidente, René Préval, hiciera un llamamiento a la calma tras los enfrentamientos entre la población y los cascos azules destinados en el país, a los que se acusa de haber propagado la epidemia, y que se saldaron con dos muertos.
El ministro dominicano de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez, informó de la hospitalización de un haitiano enfermo de cólera en un centro de Higüey, en la provincia de Altagracia. Según explicó el ministro y recogió Efe, el hombre, un obrero de la construcción de 32 años de edad que trabajaba en esa turística ciudad, se trasladó a su país y regresó a Higüey en uno de los autobuses que brinda ese servicio y que dispone de instalaciones sanitarias. «El autobús ha sido localizado y se tomaron las medidas sanitarias», indicó Rojas, quien garantizó el aislamiento de los desechos sanitarios recogidos en el vehículo.
Aunque las autoridades sólo dan cuenta de un enfermo, los medios locales hablan de otros casos, sin confirmación, en la colonia haitiana del municipio de Juana Méndez, cercano a la provincia de Dajabón.
Por el momento, el Gobierno dominicano ha ordenado reforzar las medidas para prevenir la propagación de la enfermedad, aumentando la presencia militar en la frontera para limitar la entrada de haitianos así como el comercio con su vecino.
Además, una mujer residente en el condado de Collier, en el suroeste Florida (EEUU), que viajó a Haití para visitar a su familia, fue hospitalizada a su regreso tras diagnosticarle síntomas de cólera.
La aparición de estos casos fuera de Haití se produce cuando el número de muertos en ese país, supera ya los 1.110 al haberse producido otras 76 muertes, señaló el Ministerio haitiano de Salud. Según su último informe, el número de hospitalizados ha aumentado en 1.583 personas, hasta los 18.382 registrados desde que empezara el brote.
Llamamiento a la calma
El presidente haitiano, René Préval, llamó ayer a la calma tras los enfrentamientos del lunes y martes entre ciudadanos haitianos y cascos azules de la Minustah en Cabo Haitiano e Hinche, en los que murieron dos personas. Aseguró que quienes participaron en los disturbios «se sirven de la epidemia de cólera para crear problemas». Criticó las agresiones a cascos azules y agregó que sus autores sólo «quieren sembrar división entre las autoridades y la población, así como entre ellos y la Minustah». «Los lanzamientos de piedras, las barricadas o los fuegos no combaten la bacteria del cólera», añadió Préval, quien apuntó que esta violencia sólo perjudica la asistencia a las miles de personas contagiadas y la recuperación de los cadáveres.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recordó que «lo más importante» ahora es contener el brote de cólera y asistir a los afectados, no averiguar cuál es su procedencia, mientras que la ONU condenó los ataques a sus efectivos. La población acusa a los cascos azules de provocar el brote al considerar que los tanques sépticos de la base de la ONU cercana a Mirebalais, donde están destinados muchos soldados nepalíes, son la causa de la epidemia.
Pese a la ayuda internacional que empezó a llegar después el terremoto que el 12 de enero asoló Haití, la miseria extrema sigue presente en las abarrotadas calles de su capital. Sólo hay que mirar alrededor para darse cuenta de que tras diez meses la reconstrucción de la ciudad, la más afectada, sigue careciendo de lo básico cuando apenas restan once días para unas elecciones de las que los haitianos parecen desconfiar. Mercados callejeros abarrotan las avenidas circundadas por edificios todavía derruidos, entre cuyos escombros los ciudadanos han aprendido a vivir y a cobijarse.
Ahora es el cólera el que vuelve a convertir a Haití en foco informativo. Frente a las puertas del principal hospital de la capital haitiana, un joven adolescente, desnudo, reclama en silencio, tendido en el suelo, atención sanitaria. Haití está tan acostumbrado a la muerte que muchos pasan por encima dando por hecho que es un cadáver. A unos metros, los médicos no dan abasto para atender a los pacientes.
La remodelación del sistema hídrico del hospital ha llevado meses, pero gracias a ellas no sólo los integrantes del centro se surten de agua, también muchos habitantes de Puerto Príncipe que acuden a llenar garrafas y cazuelas. El agua es un elemento tan básico y fundamental ahora allí que es frecuente ver entre el tráfico imposible a niños y mayores sorteando los coches para vender el apreciado líquido. En pequeñas bolas de plástico y botellas vacías, el agua se ha convertido en Haití en una nueva forma de ganarse la vida. Pero no sólo se comercia con ella, todo es válido para vender, incluso los pájaros que los niños atrapan.
Envueltos en un halo de salsa, hip-hop y merengue, los primeros campamentos de refugiados aguardan con resignada calma la hora de doblar las raídas tiendas de campaña y volver a sus hogares. El fuerte olor que se desprende de esas zonas recuerda que aún queda mucho por hacer y que sólo unos meses separan el actual Haití de la tragedia de enero. A. JULIANI SÁNCHEZ (EFE)