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Raimundo Fitero

Kamasutra limitado

Lo que sucedió en la pasada emisión de La Noria en Tele 5 con Beatriz Trapote puede considerarse uno de esos momentos televisivos donde confluyen todas las situaciones más canallas. La denominada periodista Beatriz Trapote estaba invitada para hablar de un libro titulado «Kamasutra sin límites» en el que figura en portada su nombre como si lo hubiera escrito. Todo parecía un acto de promoción más de un libro de escaparate pero sucedió lo que puede parecer estaba perfectamente montado. Se descubrió que todo era una gran mentira, que no había escrito el libro, que se trataba de un plagio o una «intertextualidad» tan en boga.

En directo, con un morro descomunal dijo, sin despeinarse, que había escrito ella unas treinta y siete páginas. O sea, confesó que estábamos ante uno de esos delirios editoriales que lanzan productos con famoso para vender, sin preocuparse de nada más. Pero lo hizo ante unos jueces realmente impresionantes: el picoleto trincón famoso por ser el ex de la hija de una tonadillera y un boxeador tristemente fallecidos, Mila Jiménez, sin pedigrí conocido, entre otros altos representantes de las letras de cambio. Y en ese guirigay salieron frases de toda índole, reproches, y una actitud de la señorita Trapote digna de análisis, porque hizo una perfecta actuación televisiva, una búsqueda incesante de la notoriedad, del espectáculo aunque fuera grosero, intentando hacerse urgentemente un lugar en los platós para adquirir fama y dinero. Y uno se preguntaba, ¿cuál es el precio que está dispuesta esta persona (y muchas otras) a pagar para poder tener un precio en ese mercado de la indignidad?

Jordi González al término de este encontronazo, con abandono de plató incluido, con muchas acusaciones cruzadas, gritó: «que no cobre», y es que iba a promocionar un libro, cobrando. O sea, la perversión del sistema. Iba a rellenar unos minutos televisivos com mentiras, sexo oral con afasia intelectual y lugares comunes. Era un producto ideal que convirtieron en un fenómeno que, claro está, recorrerá otros platós, acabará en amenazas de querellas y hasta es posible que alguna de estas situaciones acabe colapsando un poco más los juzgados madrileños.

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