GARA > Idatzia > Kultura

«Todos nos hemos preguntado alguna vez a qué miembro de la familia nos parecemos»

p050_f01_234x136.jpg

MARCOS ISAMAT e INÉS GARCÍA-ALBI
Autores del libro «¿Por qué mi hijo se parece a su abuela?»

Marcos Isamat (Barcelona, 1965) e Inés García-Albi (Bilbo, 1966) son, respectivamente, biólogo y periodista y son, a su vez, matrimonio. A través de unas conversaciones (que mantenían cada noche después de acostar a sus dos hijos) y unos ejemplos muy prácticos, los autores descubren los misterios de la herencia genética aunando con ingenio la ciencia y el lenguaje cercano.

Oihane LARRETXEA | DONOSTIA

La idea surgió una noche, en casa, tras una cena en la que invitaron a Margarita, una tía lejana de Marcos. Sobre la mesa hablaron de muchas cosas, entre ellas, sobre la necesidad de divulgar la ciencia. Antes de despedirla, junto a la puerta, Margarita hizo un gesto que fue clave para que «¿Por qué mi hijo se parece a su abuela?» viera la luz. «Un dibujo que tenemos en la entrada muestra las manos de la madre de Marcos -explica Inés-. Casualmente, nos dimos cuenta de que Margarita tenía las mismas manos, idénticas». Así, pensando sobre lo que habían hablado durante la cena, hallaron el hilo conductor de su proyecto. La herencia genética.

En el libro consiguen combinar entretenimiento y ciencia. ¿Son dos elementos que creemos incompatibles?

Inés García-Albi: ¿Por qué incompatibles? Yo creo que no tendría que ser así, aunque es verdad que la gente se acerca con miedo a la ciencia. A mí me resulta divertidísima; no hay más que ir a un museo de ciencia y ver cómo disfrutan los chavales. Quizá luego perdemos la capacidad para entretenernos con las cosas pero, simplemente entender cómo funcionan los genes me parece divertido. De hecho, la intención del libro es entretener, divulgar y que se lo pueda leer la gran mayoría, porque en realidad son preguntas que todo el mundo se ha hecho alguna vez.

Marcos Isamat. De paso, queríamos hacer una aproximación histórica a los que revolucionaron la biología como Darwin, Mendel o McKusick.

Nombres que para muchos son desconocidos...

I.G.: Sí, eso lo hemos hablado muchas veces Marcos y yo. En la llamada cultura general, la ciencia prácticamente no aparece pero, sin embargo, nos llevamos las manos a la cabeza cuando un joven, por ejemplo, no sabe quién era Miguel Delibes. En cambio, nadie se extraña cuando alguien no conoce a Thomas Morgan (biólogo norteamericano que desarrolló la teoría cromosómica de la herencia) o por qué ganó Ramón y Cajal el Nobel de Medicina. Para mí ha sido todo un descubrimiento y son apasionantes las vidas de estos investigadores.

Soy de letras y nunca me atrajo la ciencia. Sin embargo, he entendido el contenido e incluso me he divertido.

I.G.: Yo también soy de letras y llegué a entender cosas que hasta entonces se me escapaban.

M.I.: En los primeros tres capítulos se describen los conceptos básicos, como qué es el genoma o el cromosoma. Algunos se empeñan en entenderlo al 100% nada más leerlo. Creo que hay que avanzar en la lectura porque más adelante, con el resto de explicaciones, ilustraciones y metáforas acabas por asimilar los conceptos.

Utilizan figuras muy cotidianas para aclarar cosas complejas. Por ejemplo, hablan de los Sugus para explicar la variación de los genes dentro de una misma especie a lo largo del tiempo.

I.G.: Con estos ejemplos se acercan conceptos que resultan lejanos, ajenos, abstractos. Sabes que son cosas que están «por ahí» pero poco más. Dándoles forma, ayudas a la mente a concretar y te haces una idea más definida.

M.I.: De hecho, la gente todavía habla del gen como si fuera una especie de «cosa» etérea (ríe) que se hereda, cuando el gen es una cosa muy física que está en el interior de las células, que están localizados en los cromosomas y que los cromosomas tienen un patrón de herencia muy claro, que te toca el que toca y que se mezclan entre ellos.

Un proceso que ocurre en todo ser viviente...

M.I.: Sí. A la gente le llama la atención cuando se dice que la mosca de la fruta es genéticamente idéntica al ser humano en un 90%. Pues sí, porque la vida se creó una vez y el código genético es universal y sirve tanto para la patata como para el ser humano.

Aunque suene raro...

M.I.: Aunque suene raro, pero vamos a la metáfora del piano que utilizamos en el libro. Al final se trata de que en un mismo teclado puedes componer desde la melodía más sencilla hasta la más compleja y los teclados son los mismos. ¿Por qué? Porque cada tecla, es decir, cada gen, se combina de manera diferente y específica.

La visita de un familiar les inspiró para escribir el libro.

I.G.: Fue a raíz de la visita de una tía no carnal de Marcos. Nos dimos cuenta de que tanto su madre, como Margarita, la tía, tenían las mismas manos. En realidad podría titularse «¿Por qué mi tía tercera tiene las mismas manos que mi madre?» (ríe). Es el trasfondo de la cuestión lo que nos ocupaba. Darwin, con otro enunciado, se interesó por esto mismo.

M.I.: A Darwin le preocupaba que a veces hubiera rasgos que parecían ser más evidentes entre parientes lejanos que entre parientes de primer grado. Aunque evidentemente, el enunciado de Darwin era muchísimo más científico y complejo.

I.G.: Buscábamos plantear una cuestión que todo el mundo se ha hecho alguna vez. Es decir, por qué cada uno de nosotros nos parecemos más o menos a uno u otro familiar.

El pelo, los ojos, la piel...

I.G.: Lo primero en lo que pensamos cuando intentamos buscar las similitudes son los rasgos físicos como el pelo y los ojos. A la vista, lo más evidente. Pero los gestos, la manera de hablar, el carácter o el comportamiento también están ahí.

¿Todo está en manos de la genética?

M.I.: El entorno juega un papel imprescindible, siempre se ha hablado de una dualidad entre la carga genética y no puedes hacer nada para evitarla, pero es que hay que tener en cuenta el entorno, son dos conceptos que no se pueden separar. El entorno pesa tanto como la genética.

El formato del libro son las conversaciones que ambos han mantenido en casa. El ritmo del texto me sugiere que se lo han pasado muy bien.

I.G.: La verdad es que sí, ha sido una gozada. Acostábamos a las criaturas (se refiere a los dos hijos de ambos) y nos poníamos a ello.

M.I.: El criterio de Inés para preguntar era básico, y hubo incluso una serie de temas que eran más «gruesos» que no se han incluido. «Esos temas te preocupan a ti, no a la gente de la calle», me decía.

¿Qué es lo que le preocupa a la gente?

M.I.: El envejecimiento, la carga genética, las enfermedades y las curiosidades como la calvicie, la facilidad o dificultad para estudiar idiomas, aprender música...

En el capítulo «Eres más Pérez que González» trasladan la tendencia que tenemos de asociarnos a una parte de la familia .

M.I.: Sí, pero lo cierto es que los apellidos no son más que etiquetas administrativas que, por lo menos hasta ahora, siempre los ha perdido la mujer. Tu primer apellido en realidad no es tu primer apellido, sino el de tu padre. Lo que pasa es que engaña. ¿Ahora resulta que yo soy más Isamat que mi octavo apellido, que por cierto, no recuerdo? No, yo soy igual. Todos mis apellidos están igual de diluidos.

«De nariz para arriba eres igualita que tu padre». ¿Necesitamos buscar los parecidos?

M.I.: Los seres vivos tenemos la capacidad de reconocer, pero esto nos ocurre no sólo con los familiares, sino con los famosos, cuando alguien cercano nos recuerda, por ejemplo, a un actor. Son una referencia que todos hemos visto. Por eso encontramos similitudes incluso cuando no hay carga genética.

Una amiga asegura que, de una pareja físicamente poco «favorecida», nacen niños preciosos.

I.G.: Será la mezcla, porque la abuela a lo mejor era mona (bromea).

M.I.: Hay mucha leyenda popular. Un científico haría un planteamiento y buscaría una valoración estadística. Igual obtendría resultados sorprendentes, pero tendría que tener un corte con parejas guapísimas con niños feos y viceversa.

He descubierto que la ecuación de los ojos azules no es exacta.

M.I.: La creencia general que tenemos es que, unos padres de ojos azules, tendrán hijos o hijas con ojos azules y casi siempre resulta así pero, la capacidad de heredar las cosas no siempre sigue el mismo patrón. Lo mismo pasa con la calvicie, todo un mundo. Dependiendo desde dónde se comienza a perder el pelo, responde a un patrón de herencia.

¿Y eso de que las personas canosas no se quedan calvas?

M.I.: Yo no sé hasta qué punto es eso cierto.

I.G. : Pues mis hermanos son canosos y han empezado a perder pelo...

Entonces, ¿cuántos mitos falsos hay?

I.G.: ¡Uff! Muchos. Aunque la educación y la cultura los van desmitificando. Eso sí, alguno, como el de los apellidos, será difícil de hacerlo desaparecer.

Mikel INSAUSTI

Si alguien creía que a estas alturas ya nadie puede decir algo nuevo sobre la familia disfuncional en EEUU le recomiendo que vea «Cyrus», porque se va a sorprender con la absoluta originalidad de los hermanos Duplass, que tienen un punto de vista muy diferente al de los demás sobre la convivencia doméstica. Estamos hartos de ver cómo cineastas independientes se estrellan al intentar dar el salto a Hollywood, pero los Duplass son tan buenos que no tienen problemas para sacar adelante sus proyectos bajo cualquier sistema de producción. Ellos aportan a la comedia familiar una perspicacia muy europea, hasta el punto de que «Cyrus» es tan reveladora de ciertos comportamientos sociales como lo son las incisivas caricaturas de Étienne Chatiliez, y en especial la que hacía de los hijos que nunca se van de casa en «Tanguy». Ahora bien, la cámara de los Duplass es tan escrutadora como la del maestro John Cassavetes, y eso hace que sus intérpretes no salgan nada favorecidos con tanto primerísimo primer plano.

Bien, pues hay actores que se crecen en las distancias cortas, sobre todo los que no están en el cine por ser gente guapa. El joven y talentoso Jonah Hill pertenece ya a esa lista proclive a la tipología «freak», pero en «Cyrus» no deja escapar la gran oportunidad que le brindan los hermanos Duplass de profundizar en el drama interno de un chico especial, que con 21 años sigue pegado a las faldas de su madre y no sale de su habitación, donde se refugia tras una montaña de teclados para componer música «new age». Su duelo con el sobradamente curtido en estas lides John C. Reilly es antológico, y consigue que acabe en tablas, para que salga ganando con toda justicia la sensibilidad de Marisa Tomei, capaz de querer por igual al hijo vulnerable y al pretendiente que necesita rehacer su vida después de un matrimonio fracasado con el personaje encarnado por Catherine Keener, que es la cómplice necesaria para llevar a cabo este peculiar intento de formar un hogar atípico.

 
Ficha

Dirección y guión: Jay Duplass y Mark Duplass.

Fotografía: Jas Shelton.

Música: MIchael Andrews.

Intérpretes: Jonah Hill, Marisa Tomei, John C.Reilly, Catherine Keener, Matt Walsh.

País: EEUU, 2010.

Duración: 91 m.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo