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«Las trabajadoras confeccionan prendas por 80 céntimos»

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Clara elena Gómez
Directora del Area de la Mujer de la escuela sindical de Medellín

Clara Elena Gómez informó en diferentes jornadas sobre la situación de discriminación que sufre la mujer en Medellín, en Colombia. A los problemas directos de las trabajadoras contratadas, se unen otros que padece el trabajo informal y sumergido, que «tiene un nivel muy elevado en Colombia». Mujeres confeccionan prendas desde sus casas para empresas textiles de renombre a muy bajo coste.

 

Juanjo BASTERRA

Clara Elena Gómez pasó por Euskal Herria para ofrecer la visión de la mujer trabajadora en Medellín (Colombia). De la mano de la ONGD Setem Hego Haizea, Gómez mostró la realidad de la explotación y de la falta de derechos laborales de las mujeres colombiana, que se agudiza con la crisis económica.

¿En qué se concreta la discriminación de la mujer en el mercado laboral colombiano?

La población femenina está sobre representada en la economía informal. No estamos cubiertas en contingencias labora- les como la invalidez, la vejez o los riesgos asociados a la ocupación laboral. Eso sitúa a las mujeres en niveles elevados de pobreza o indigencia social debido al acceso limitado que tienen y tuvieron en el trascurso de su vida a empleos formales y con garantías. La precariedad laboral es muy alta y cuando llega la crisis, las mujeres son las primeras en ser despedidas para contratar a los hombres.

¿Qué nivel de ocupación existe entre las mujeres?

La tasa global de participación femenina en el mundo laboral se mantuvo en los últimos diez años en un promedio aproximado del 48% y, en cambio, los hombres alcanzan el 73,6%. Cobramos un 25% menos que los hombres y nuestro salario se establece en unos 200 euros mensuales, que es el salario mínimo establecido, pero que no alcanza para cubrir la canasta familiar obrera, ya que se necesitan dos salarios. Tenemos menos oportunidades en el trabajo decente y si el paro masculino entre 2001 y 2009 se situó en el 10%, el femenino superó el 17%. La tasa de sindicalización femenina es del 3,5%. Los patronos no aceptan que nos afiliemos a los sindicatos, antes nos despiden. Un elemento preocupante es que a las mujeres no se les contrata si están embarazadas y en algunos contratos se les obligaba a tener realizada la ligadura de trompas.

Medellín destacó por su sector textil hace décadas, ¿en qué situación se encuentra?

Dio empleo a entre 5.000 y 6.000 trabajadores, pero con la crisis y deslocalización, bajaron. Ahora las empresas son pequeñas y se ha satelizado la producción. La relación laboral casi no existe es una relación civil. La explotación en este caso llega a que por la confección de un pantalón «bluejeans» se pagan 0,80 céntimos de euro que luego se venden en la calle por más de 80 euros. Son marcas como Diesel, Levis o ropa interior de la marca colombiana Leonisa, que se vende mucho en Europa. Además esas mujeres trabajan en el sector informal desde sus casas, pagan la electricidad y todos los insumos, incluso se ven obligadas en muchas ocasiones a que les ayuden sus hijos para cumplir con los pedidos. Porque las condiciones de producción en otros lugares mejoran, es decir, se hacen en menos tiempo y les exigen mayor ritmo en las entregas. Pero éstas no pueden invertir en maquinaria más moderna, por lo que se ven obligadas a realizar jornadas muy amplias para hacer ese trabajo.

¿Cree que se debe presionar a esas empresas para que se pague y se emplee a las trabajadores en condiciones normales y de seguridad laboral?

Ya se hace. Compañeras de Setem estuvieron en algunos centros textiles de Chevignon. Lo que ocurre es que muchas mujeres trabajan desde sus casas, sin que se sepa. Las empresas lo ocultan para evitar la presión. Hay que presionar en el consumo para que se garanticen las condiciones laborales de las mujeres. Porque en Colombia la moda también está abriéndose un hueco importante en la actividad económica.

Ya, pero no se traslada que esas trabajadoras lo hacen por ochenta céntimos.

Así es. En esos casos, el glamour de la moda no se ve, se esconde y el sudor y el trabajo precario de las mujeres que trabajan a destajo queda en un segundo o tercer término. Es la guerra del centavo.

¿Hay datos de cuántas mujeres trabajan a bajos precios en el sector textil?

No tenemos datos concretos porque es parte de la economía subterránea, oculta. Pero serán muchas, porque la mujer aprendió ese oficio y es la única manera que tienen muchas de mejorar en sus ingresos. De eso se aprovechan los empresarios de las grandes empresas de ropa. Muchas de estas mujeres de la economía formal no llegan ni al 60% del salario mínimo que perciben otras mujeres.

Usted está asociada a la banca ética Confiar, ¿tiene mucha presencia en Colombia?

Somos 118.743 asociados. Captamos 262,719 millones de pesos. Es una entidad que presta servicio financieros, de ahorro, de crédito y servicios sociales. Fue en sus orígenes una empresa metalmecánica, pero cerró. La cooperativa evolucionó y cambio de razón social. Tenemos acceso a créditos en mejores condiciones, cajeros y servicios de salud, de educación, etc. Va bien.

 

DISCRIMINACIÓN

«Las mujeres tenemos menos oportunidades. Sufrimos más paro y discriminación. No nos contratan si estamos embarazadas, y una parte importante está en la economía informal»

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