Con la reciente negociación de los futuros derechos televisivos, el presidente del Sevilla, José María del Nido, se ha revelado como un dirigente filantrópico y altruista, que persigue el bien del resto de clubes y a quienes, especialmente a los más pequeños, no ha dudado en achacarles que le han hecho el caldo gordo a los dos más grandes al recibir unas mejoras económicas que él considera «migajas».

Lo que realmente subyace bajo la «rebeldía» del sr. Del Nido no es sino el interés propio, algo común por otra parte al resto de equipos, reivindicando un status que no se le ha reconocido, al no estar el club hispalense en el grupo del Atlético y Valencia, o incluso en un escalafón por encima, que es lo que le hubiera gustado al abogado andaluz.

En la élite futbolística nadie trabaja por los demás y el egoísmo preside la interrelación entre los clubes. Bien lo saben y se aprovechan de ello Barcelona y Real Madrid, que cada vez arrasan con mayor facilidad. Parecido a la Bundesliga, donde preside la igualdad y los estadios se llenan a rebosar de aficionados con ilusiones intactas.