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Todo un detalle

Hay gestos pequeños de enorme significado. Detalles que son portadores de un mensaje de esperanza, de un simbolismo y valor político que anticipan el futuro, que dan pistas para el recorrido que la verdad y la reconciliación deben acometer en este país. El parque Ametzola de Bilbo, en la ofrenda floral que cada 20-N recuerda a Santi Brouard y Josu Muguruza, fue testigo de uno de ellos. Rosa Rodero y Cristina Sagarzazu, viudas de los ertzainas muertos en atentado, Joseba Goikoetxea y Montxo Doral, acudieron a los actos de recuerdo de los dos militantes abertzales muertos en atentados de Estado. Fue un gesto de una trascendencia y un potencial transformador muy significativo, además de tener la virtualidad de romper tabús y, piense lo que piense cada víctima, dar comienzo a una nueva conversación sobre el tema.

Conocer la verdad, la propia y la ajena, y tener el valor de vivirla colectivamente ni tiene receta universal ni puede ser dictado. Es libre y totalmente legítimo que cada víctima pueda conjugar el reto de la reconciliación desde la primera persona del singular. Pero utilizar el dolor para bloquear soluciones o para beneficio de intereses y sustentos creados es una política que exige su propia deconstrucción. En primer lugar, rompiendo el tabú. El tema de las víctimas puede remover conciencias y emociones en una dirección constructiva y reparadora, y no debe ser obviado políticamente. Es un tema muy unido a otros temas, por poner un ejemplo, a la liberación de todos los presos vascos. El Acuerdo de Gernika, desde el primero y hasta el último de sus puntos, así lo recoge. Y es lo suficiente importante como para que su recorrido se deje sólo en manos de los políticos. Los claveles rojos de Ametzola simbolizan la iniciativa y la acción propia, multiplican protagonismos y traspasan fronteras para anunciar un nuevo tiempo, una nueva pedagogía, con más valor e iniciativas, también en el tema de las víctimas. En definitiva, que el futuro se construye con el concurso de las partes, pero sobre todo con la aportación de los participantes.

El detalle de Ametzola es, para muchos y muchos ciudadanos vascos, la indulgencia de un sueño colectivo: el de un país en paz consigo mismo, y dejado en paz para hacer su camino en justicia y libertad.

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