¿Quién no ha soñado con llevarse el dinero de un banco? Los thrillers de acción sobre atracos nunca dejarán de tener éxito porque apelan a esa recurrente fantasía tan extendida. «Ladrones» hace que el espectador termine identificándose con los atracadores, mediante un planteamiento que explota la ambigüedad moral de lo que se ha dado en llamar los dos lados de la ley.

Al principio de la película, la postura del policía no corrupto encargado de dar caza a la banda de ladrones es más próxima pero, a medida que avanza la narración, el modo de de vida emocionante y lujoso de los delincuentes se va volviendo más atractivo, a la par que sale a relucir la corrupción existente dentro del cuerpo policial, por más que el protagonista se resista a sucumbir al pernicioso corporativismo.

La reñida partida de ping-pong a ambos lados de la ley da lugar al duelo central entre el agente policial encargado del caso y el jefe de la banda, lo que se traduce en un duelo interpretativo entre Matt Dillon e Idris Elba, siguiendo un poco la línea marcada por Robert De Niro y Al Pacino en el clásico de Michael Mann «Heat».

Dicho duelo estelar provoca una carga de dramatismo en el diseño de los personajes principales, que hasta llegan a pesar más que el desarrollo espectacular de las escenas de acción. Son contadas, dado que la banda de «Ladrones» se caracteriza por espaciar los golpes, concentrándose en preparar y ejecutar uno al año como mucho. Buscan la perfección y el salir impunes, y de ahí que para el policía que les persigue su captura suponga un reto personal. La oportunidad de detenerlos llega con el plan para perpetrar el mayor robo de su carrera, orquestado por un antiguo miembro recién salido de la cárcel.