GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

ARTUR MAS

El delfín de Pujol llega al final de una larga travesía en el desierto

p004_f01_099x120.jpg

Roger MATEOS (EFE) I BARCELONA

Y a la tercera fue la vencida. Tres noches electorales y siete años de travesía por el desierto de la oposición ha tenido que vivir Artur Mas antes de poder ver realizado su sueño de obtener una victoria suficientemente amplia como para que no se le escape la posibilidad de coger el timón del Govern.

Artur Mas i Gavarró había aprendido a no cantar victoria antes de tiempo. Se ha pasado la campaña tratando de frenar cualquier brote de euforia en sus filas, mandando incluso a morderse la lengua, con un punto de superstición, a sus fieles cuando le recibían en los mítines al grito de «¡Mas president!».

En 2003 y 2006, CiU había terminado primera en número de escaños, pero se había quedado sin gobernar merced a la alianza tripartita de PSC, ERC e ICV-EUiA, dos reveses que no le dejaban margen para una tercera desilusión: las elecciones del 28-N eran su última oportunidad.

Ahora tiene al alcance de su mano la investidura como president, para lo que ha tenido que esperar casi una década desde que fue ungido por Jordi Pujol como su sucesor.

A sus 54 años, este ex alumno del Liceo Francés de Barcelona y de de L'Aula, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, ve al fin despejado el camino hacia la Generalitat, con lo que coronará su meteórica carrera política, iniciada en 1991 al ser elegido concejal de Barcelona, tras haber dirigido una sociedad de inversiones, propiedad de un grupo industrial del sector de la adobería.

En 1995, cruzó la plaza Sant Jaume para ser conseller de Obras Públicas en el Gobierno de Jordi Pujol y, dos años más tarde, se hizo con la preciada cartera de Economía.

Metido ya en la carrera sucesoria tras las autonómicas de 1999, fue nombrado secretario general de Convergència en 2000 y dio el salto definitivo en enero de 2001, cuando Pujol le nombró conseller en cap para, un año más tarde, ungirle como candidato de CiU.

Aquella designación destapó la caja de los truenos en CiU, ya que también Josep Antoni Duran Lleida ambicionaba convertirse en relevo de Pujol.

Mas tuvo que esperar, sin embargo, hasta noviembre de 2004 para obtener un cargo formal dentro de la estructura de CiU: fue nombrado entonces presidente de la federación nacionalista, sustituyendo a Pujol.

Ser delfín de Pujol tenía la ventaja de estar blindado por el aval de quien hoy sigue siendo el oráculo intocable de la militancia convergente, pero a la vez conllevaba inconvenientes como el de ser tachado de «candidato de laboratorio», casi robótico, sin una pizca del carisma de su mentor.

En estos siete años embarrado en los cenagales de la oposición, Mas ha limado algunos de sus puntos flacos, como sus inicialmente escasas dotes de liderazgo, su aparente inseguridad y su rigidez.

En campaña ha hecho un esfuerzo por desprenderse de la etiqueta que le atribuían sus oponentes de engreído, altivo y prepotente: para rebatir esta imagen, en parte alimentada por su caricatura televisiva, ha apelado hasta la saciedad a la «humildad» y la «modestia» del vencedor.

Mayor de cuatro hermanos y padre de tres hijos, Mas presume de que en su hogar se distinguen sedimentos de fuera de Catalunya, dada la procedencia lejana de varios parientes de su esposa, que tiene bisabuelos checos, una abuela de Lorca (Murcia), otra de Soria y un abuelo de Segovia.

Mas se reconoce a sí mismo como una persona discreta y trabajadora, que domina el inglés y el francés; gran amante de la literatura francesa, suele confesar que su libro favorito es "El Principito", de Saint-Exupéry.

Declarado seguidor del FC Barcelona, jugó en su juventud en el Junior, un equipo de fútbol de Sant Cugat, donde se ganó el apodo de «Flecha Negra» por su rapidez.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo