Caos aéreo: ganadores y perdedores
El panorama en los cielos se va aclarando poco a poco tras 24 horas de colapso sin parangón en el Estado español, pero tras el fin del plante de los controladores queda una estela nebulosa de preguntas y dudas. Dejando a un lado los elementos más obvios -desproporción absoluta de la protesta, afección masiva a la ciudadanía, militarización inédita del tráfico aéreo-, cabe preguntarse quién ha ganado y quién ha perdido en esta refriega, porque quizás esta reflexión ofrezca muchas pistas para iluminar lo ocurrido.
El plante ha sorprendido por su dimensión e impacto, pero no por su realización. Representantes de los controladores llevaban semanas amenazando públicamente con que estaban concluyendo su cupo de horas de trabajo anual y dejarían sus puestos cuando lo agotaran. El Gobierno español conocía esta situación y sabía además que el decreto aprobado el viernes, en víspera del puente festivo, sería entendido por este colectivo extramadamente corporativista como una provocación definitiva. Pese a ello, decidió aprobarlo. Curiosamente, al mismo tiempo validaba un nuevo paquete de recortes y privatizaciones por la crisis, con la supresión del subsidio de 426 euros a los parados de larga duración como medida más sangrante.
Tres días después, el conflicto aéreo que inevitablemente ha copado toda la información ha hecho que el Gobierno español no sólo salga indemne de esta nueva agresión a las clases bajas, sino que aparezca incluso como defensor de los intereses del grueso de la ciudadanía al haber conseguido que los controladores vuelvan a sus puestos, aunque fuera manu militari.
¿Quién ha perdido? Los más de 600.000 afectados, ante todo. También los controladores que no midieron sus fuerzas, ni ante la sociedad ni ante el Gobierno. Pero no son los únicos. Por ejemplo, los sindicatos estatales quedan bajo sospecha: sus réplicas a recortes sociales muy graves y que sí afectan a una gran masa ciuda- dana no han llegado ni de lejos al impacto del plante de un sector vip y minúsculo como el de los controladores. Nunca han creado «estado de alarma».