Derbi en Anoeta
Una jornada repleta de emociones
Ya lo dijo Mikel Aranburu. Hay muchos derbis en el mundo, pero es difícil encontrar otro como el nuestro. Los jugadores se motivan, las aficio-nes disfrutan y unos y otros se emocionan. sobre todo si son como el de ayer.
Amaia U. LASAGABASTER
Alguno se habrá descubierto, mientras desayunaba su café con leche, todavía con el vello erizado. No es de extrañar. La de ayer en Donostia fue una de esas jornadas repletas de emociones. De las deportivas, evidentemente; pero también de las otras, de las que obligan a realizar un esfuerzo para que el nudo en la garganta no se convierta en un par de lagrimones.
Ya lo había dicho Mikel Aranburu, que algo sabe de esto. Hay muchos derbis en el mundo, pero es difícil encontrar uno con las características del nuestro. Los jugadores se motivan y las aficiones disfrutan. Y unos y otros se emocionan. Sobre todo si son como el de ayer.
No fue sólo una cuestión de añoranza. Tres temporadas son muchas y la cita se echaba de menos de uno y otro lado. Pero a veces los planetas se alinean y hacen que situaciones aisladas se interrelacionen para multiplicar su dimensión. Ayer no fueron Marte o Mercurio. Los nombres eran otros. Pero el efecto fue similar. O mayor.
El euskara, la ikurriña, aquel histórico derbi del 76 y sus protagonistas, Aitor Zabaleta, Xabier Lete... Algunos afortunadamente presentes en el estadio, otros en la memoria. Y todos ampliamente recordados en uno de esos días que demuestran que el fútbol puede ser mucho más que un deporte, incluso para bien.
Los granitos de arena para que la jornada resultara excepcional fueron unánimes. Habían sido muchos los intentos en los días previos para atemperar unos ánimos excesivamente caldeados en las últimas décadas. Desde primera hora de la mañana, los aficionados de uno y otro equipo demostraron que no lo necesitaban. Ikurriñas, banderas y bufandas, como es lógico con aplastante mayoría txuri urdin, pero también con numerosa presencia rojiblanca -muchos habían recorrido la A8 y tirado de amistades para multiplicar el reducido cupo de entradas que había salido a la venta en Bilbo- se dejaban ver para la hora del hamarretako en Amara, Gros y, sobre todo, la Parte Vieja, centro neurálgico de la jornada hasta poco antes del partido.
Intercambio de enseñas, puyas, abrazos, apuestas y alguna cosilla más propia de otro tipo de publicaciones que de una crónica deportiva. El ambiente fue subiendo en temperatura conforme avanzaban las horas y se acercaba la primera cita importante de la jornada. Sólo entonces, poco antes de las seis y media, se rompió la armonía. El exceso de tensión, alcohol, hormonas, rivalidad mal entendida y viento sur provocó algunos momentos de tensión en el Boulevard. La inmensa mayoría prefirió alejarse, aunque no tanto como para que, algunos minutos después, la kalejira organizada por ESAIT y la Federación de Peñas de la Real partiera del centro de la ciudad rumbo a Anoeta.
Kalejira multitudinaria
Multitudinaria, festiva y, cómo no, emotiva. Encabezada por una gran ikurriña, una pancarta en recuerdo a Aitor Zabaleta -«Aitor Zabaleta beti gogoan»-, de cuya muerte en Madrid se cumplirán doce años pasado mañana y, algunos metros por detrás, otra reivindicando la oficialidad de la selección, la kalejira se convirtió también en el mejor reflejo de lo que debe ser este derbi, con protagonismo para lo que une, muy por encima de lo que separa.
No es fácil calcular cuántos aficionados se fueron sumando a la marcha a lo largo del recorrido, pero se contaban por miles. Antes del último avituallamiento y de ocupar su asiento en el estadio realizaron un homenaje a Aitor Zabaleta. Encabezados por la consejera realista Nekane Soria, el presidente de la Federación de peñas y el padre del que fuera seguidor txuri urdin, se dirigieron al monolito en su recuerdo, donde depositaron un ramo de flores.
Fotografía histórica
Todavía quedaban muchos homenajes y fotografías para el recuerdo. Ya en Anoeta, 48 horas después de que se celebrara el Día Internacional del euskara, 32.000 gargantas entonaron el «Guk euskeraz» de Urko, esta vez en versión de Etxe, que animó el cotarro desde el césped.
La fotografía que todo el mundo esperaba llegó de inmediato. 34 años después de que Inaxio Kortabarria y José Ángel Iribar saltasen al césped de Atotxa con la ikurriña, la misma enseña que cosiera para la ocasión la hermana de Josean De la Hoz Uranga, quien estuvo en Anoeta. Fueron un niño y una niña, con los colores de Real y Athletic, los que hicieron entrega de la misma a los capitanes Mikel Aranburu y Carlos Gurpegi, que la llevaron al centro del campo para posar junto a sus compañeros, mientras en las gradas se hacía unánime el grito de Euskal Herria y de fondo se escuchaba el «Izarren hautsa».
Un sentido minuto de silencio en recuerdo a Xabier Lete, roto únicamente por la propia voz del poeta, puso fin a los previos. A partir de ahí, las emociones fueron de otro tipo.
El técnico admitió que su primer derbi fue tan espectacular como esperaba. Y además lo acabó «muy contento por el equipo, por la gente. Y también por uno mismo, al final uno habita en esta tierra y no es inmune a todo lo que se ha vivido esta semana».
En lo que respecta al choque, destacó que «defensivamente hemos estado muy seguros. Un dato bastante claro es que el Athletic había marcado en todos sus partidos hasta hoy. Adelante quizá nos ha faltado algo, pero hemos jugado bien por momentos. En general, hemos sido superiores». A.U.L.
«Hemos empezado bien, sabiendo que la Real en casa mete mucha intensidad», comenzó el técnico. «Pero han tenido la máxima eficacia en cuanto a acierto y luego han sido contundentes atrás. Eso es fútbol».
Esa contundencia provocó, entre otras cosas, que la reacción del Athletic resultara tan poco efectiva en la segunda parte. «No hemos generado tantas ocasiones como otras veces y también hay que dar mérito al rival».
En cuanto a los errores defensivos, insistió en que «vamos a seguir trabajando en ello. Sabemos donde tenemos que mejorar y vamos a insistir». A.U.L.